El tianguis de los signos

AutorJuan Villoro

INSECTOS EN CHIAPAS

En agosto de 2016, los artistas Gabriel Orozco y Damián Ortega llegaron a la Universidad de la Tierra, en las afueras de San Cristóbal de Las Casas, cargados de semillas, cáscaras, cortezas, ramas y legumbres. Con esos elementos participaron en el festival CompArte que reunía a cirqueros, mimos, maquillistas, grupos de rock, escritores, dibujantes y teatreros convocados por las comunidades zapatistas.

El oficio de pepenador demuestra que el futuro se alimenta de pasado: el desecho tiene segunda vida. Para los recolectores de basura el desperdicio es una profecía: en medio del desgaste brilla, intacta, la opción de reciclaje. Con ese ánimo, Orozco y Ortega recorrieron el mercado de San Cristóbal y encontraron una esfera del tamaño de una pelota de basquetbol hecha con tiras de cáscara de naranja y pelusas negras de origen vegetal pero que no parecían venir de la botánica, sino de la literatura gótica.

Los más pobres residuos contribuyeron a una singular actividad en CompArte. La lógica del festival deriva de una interrogante académica propuesta por el subcomandante Galeano: "¿Y tú qué?". Cada quien hace lo que se le antoja. Siguiendo este principio, Orozco y Ortega entraron a una pequeña palapa que pronto se volvió insectario: las verduras y las cáscaras se convirtieron en libélulas, escarabajos y coleópteros. Como sucede en todo proceso evolutivo, la transformación de las especies dependió del medio ambiente. Cualquier curioso -con o sin pasamontañas- podía quitarle la pata a un insecto para ponérselo a otro. Al cabo de unas horas, nadie sabía quién había colocado tal antena o tal caparazón. Lo decisivo fue que los bichos adquirieron un convincente aspecto de animales políticos. Unos se veían peor que otros, pero todos transmitían la contundente sensación de ser los últimos testigos de la Tierra. Los desperdicios del mercado habían dado lugar a una especie resistente, emblema de lo que se transfigura para sobrevivir.

Después de inventar insectos vegetales en las comunidades que luchan contra "la hidra del capitalismo", Gabriel Orozco regresó a Tokio, donde ha vivido los últimos dos años, y comenzó a pensar en su siguiente pieza.

Nadie conoce los horarios comerciales como un fumador compulsivo que debe localizar tabaco. En el México de los años ochenta, convenía vivir cerca de un velatorio para comprar cigarros de madrugada; en Japón, Orozco sabe que tres locales contiguos venden las mismas cosas a las tres de la mañana sin que ninguno pierda clientes. En San Cristóbal y Oventik entró en contacto con los zapatistas que se levantaron en armas por la entrada en vigor del TLC. Al volver al ultracapitalismo japonés, se preguntó por la manera en que se articulan los muchos mundos de este mundo. ¿Hacia dónde ir? Su siguiente proyecto lo llevó a un rumbo inédito y recuperó intereses previos.

En 1999, junto con los demás artistas del Taller de los Viernes, había expuesto entre las frutas y las legumbres del Mercado de Medellín, en la colonia Roma. La instalación colectiva Economía de mercado mostró que los marchantes del arte pueden prescindir de los museos.

Mucho ha pasado desde...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR