Los tiempos de la sierra

AutorREFORMA / STAFF

FOTOS: ÁNGEL DELGADO

ZACATECAS, Zac.- Es difícil librarse de los encantos de la capital zacatecana: sus edificios de cantera rosa, el arte de sus museos y las noches de callejoneadas al ritmo de la tambora... Sin embargo, esta es una de esas veces en que el llamado de la naturaleza se impone ante cualquier otro itinerario.

Rumbo al Parque Nacional Sierra de Órganos, la primera parada de nuestro itinerario de aventura por el Estado, de muy buena gana intercambiamos la conexión a Internet por el placer de respirar aire puro y contemplar paisajes protagonizados por enormes columnas rocosas de origen volcánico que recuerdan a los cactus órgano.

Situado a 30 minutos desde Sombrerete -Pueblo Mágico desde 2012-, este parque está abierto al público para organizar días de campo, rutas ciclistas y de senderismo en compañía de guías especializadas, además de campamentos en áreas designadas.

Poco antes del atardecer, tras montar la casa de campaña, el grupo emprende una breve caminata hacia El Campanario, una de las formaciones de piedra que remite a una torre elevada y que se antoja escuchar un estruendoso repicar.

El sendero que lleva hasta ella está bien delimitado. Incluso, hay escalones que facilitan el recorrido en algunas partes, pero aún así es indispensable usar botas de suela antiderrapante y pantalones largos para evitar las picaduras de insectos o espinarse con la flora local.

Al interior del Campanario, las rocas enmarcan el paisaje que se contempla hasta donde la vista alcanza: un valle salpicado por cactáceas y matorrales; a lo lejos, piedras que también hacen pensar en las pipas del órgano de alguna solemne catedral. Todo coronado por un cielo azul inmaculado.

Entre sorbos de mezcal zacatecano y una que otra cerveza artesanal producida en Sombrerete, la noche transcurre en calma. A la hora de dormir, el silencio -sólo interrumpido por algún insecto o un ave- es algo que extrañaremos de vuelta en la ciudad.

A la mañana siguiente tenemos una cita con Romana Gómez, "Romis" para los amigos. Es especialista en recorridos guiados por el parque y nos propone hacer senderismo hacia la Cueva del Toro.

En el camino, sin ningún esfuerzo, imaginamos figuras en las rocas del parque, entre ellas la Copa y hasta un conjunto de piedras que los lugareños conocen como la Procesión del Silencio.

"Está el padrecito, sus dos monaguillos y el resto de las personas", explica Romis mientras señala a lo lejos, sobre el horizonte.

Hace millones de años, las mil 124.65 hectáreas de esta área protegida (y las comunidades a los alrededores) estaban completamente cubiertas por agua. La fuerza de la naturaleza ha dejado su marca en las rocas.

"El tiempo, la lluvia, el sol, el agua y el aire las va puliendo", cuenta la guía, quien habita en una localidad a unos 15 minutos en auto y que descubrió su pasión por caminar en la sierra y aprender sobre sus plantas medicinales, luego de trabajar como vigilante en el parque.

La mayoría de sus vecinos en Ojo de Agua, cuenta, no conocen estas maravillas, pero ella se ha...

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