Titánico Orozco

AutorFrancisco Morales V.

FOTOS TOMÁS MARTÍNEZ

Gabriel Orozco arriba al Bosque de Chapultepec con tres planos grandes bajo el brazo, como un arquitecto o ingeniero. Lentes oscuros, ropa casual, en mezclilla, y la melena grisácea de bucles peinada hacia atrás, que en algo recuerda a la de Beethoven, con la misma frente amplia y la mirada profunda, de artista.

Hay algo en su disposición, en la manera en la que se conduce al llegar, que anuncia un "manos a la obra". Y también algo de recién adquirida autoridad dentro del espacio en el que ahora se desenvuelve.

Públicamente, Orozco (Xalapa, 1962), un artista difícilmente clasificable, fue anunciado hace menos de un mes como el coordinador de la titánica empresa de unificar al Gran Bosque de Chapultepec -como ahora lo llaman-, con sus 800 hectáreas y cuatro secciones, bajo un mismo proyecto abarcador, cultural y ecológico.

En privado, sin embargo, lleva muchas semanas más recorriendo el bosque, de punta a punta, cavilando sobre lo que viene.

La tarea, que involucra librar avenidas y segundos pisos, edificar puentes, conectar rutas, rehabilitar espacios, proteger la biodiversidad y hacer que todo esto se mire como un esfuerzo unificado, pareciera, a ratos, inabarcable.

Pero no para Orozco.

"Es ambicioso, pero no es utópico", zanja en una entrevista que concede a espaldas del Museo de Sitio de Chapultepec. "No soy precisamente un artista utópico".

Y es que, ciertamente, Orozco suele hacer exactamente lo que quiere, sin importar lo estrafalario o imposible que esto pueda parecer. De ahí nace una cierta fama de transgresión lúdica, retadora, que lo acompaña desde hace años.

A lo largo de una carrera que inició en los años 80, el artista visual veracruzano se las ha arreglado, entre otras cosas, para suspender un esqueleto de ballena en una biblioteca pública, la Vasconcelos; abrir una tienda Oxxo en una galería, en Kurimanzutto, o convencer a todos los vecinos de un museo de exhibir naranjas en sus ventanas, durante su exposición en el MoMA de Nueva York, así como cortar un Citroën DS por la mitad y volverlo a ensamblar y, desde luego, exhibir una caja de zapatos vacía en la Bienal de Venecia.

"Normalmente, casi siempre, logro realizar mi trabajo y llevarlo a una resolución real. No soy precisamente un artista utópico; creo que soy un artista más bien realista y que sabe un poquito de todo y tiene un buen equipo de trabajo", abunda.

En un país donde el arte contemporáneo suele causar todavía cierta desconfianza ante el gran público, la elección de Orozco para coordinar el llamado Proyecto Cultural Chapultepec levantó muchas cejas. "¿Y quién es Gabriel Orozco?".

El propio Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien lo presentó en una de sus conferencias de prensa matutinas en Palacio Nacional, se refirió a él como "pintor", apenas uno de los medios que el artista ha explorado y, ciertamente, no por el que es más conocido.

Orozco, sin embargo, es un artista global que vive entre cinco sitios distintos -México, París, Nueva York, Tokio y Bali-, cuya obra ha sido expuesta en los museos más importantes del mundo y forma parte de las colecciones más selectas.

Confiado, parece no tener la menor duda de que es el indicado para el trabajo.

"La verdad es que yo he trabajado siempre con arquitectos y con ingenieros, con poetas y políticos; es mi trabajo. Yo he hecho esto en varias partes del mundo y mi trabajo toca varios sectores. Sé un poquito de arquitectura, sé un poquito de ecología, sé un...

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