Tlayacapan: Para enamorarse de él

AutorOlga García

Si usted va a Tlayacapan se arriesga a que le pase lo mismo que a la Virgen del Tránsito. Cuenta la leyenda, que originaria de Tepoztlán llegó a Tlayacapan quemada, buscando quién la reparara.

Se enamoró de San Martín, uno de los santos del pueblo y para no regresar se puso tan pesada que nadie pudo cargarla después.

Allí se quedó, ahora, está en la capilla de su santo, una de las 26 que sitian el pueblo.

Si usted quiere utilizar su boleto de regreso, cuídese de no enamorarse, en principio, de los cerros que cercan el pueblo, de sus gentes, de los muros avejentados de algunas de sus construcciones o de los puentes de piedra, entre muchas otras cosas.

En la época prehispánica el pueblo fue un ayuntamiento Xochimilca, con un auge comercial importante por ser paso para las zonas del golfo. Después sobre los restos de las estructuras prehispánicas, se asentó la arquitectura colonial. Por esta razón el trazo del pueblo conserva la idea de los cuatro cuadrantes del mundo, marcados por las capillas de: Santiago, Santa Ana, San Nicolás, y San Pablo.

Este cuadrante hace juego con el corredor de montañas Chichinautzen, el mismo corredor de Tepoztlán, que empieza a agonizar, a terminar en el cerco que corresponde a Tlayacapan. Estos cerros no dejan de ser irreverentes. Terminando la tarde, la última luz del sol, dibuja una configuración geográfica majestuosa.

El pueblo está recogido, apretado entre sembrados de nopal, maíz y jitomate.

En la plaza central, sobre la calle 5 de mayo, está el Convento Agustino de arquitectura barroca de comienzos del Siglo 16 ceñido por nutridos jardines. Y enfrente una ramada que funciona como mercado para los campesinos que bajan el fin de semana, y como hospedaje para los peregrinos que pasan por el pueblo camino a Chalma.

Los domingos se juntan en el pueblo los olores de las mujeres que bajan de las cimas recién bañadas y perfumadas, con los olores de las comidas que se venden en la plaza: pan de almendra, marquezote, guajolote con salsa pipiam, frijoles ayocote, quesadillas y hasta pulque de avena, apio, y mamey.

Tlayacapan no extraña las fiestas. Aunque cada una de las 26 capillas regadas en el pueblo celebra la fiesta de su santo, no se olvidan de festejar también a San Juan Bautista, el santo protector del pueblo. Pero el carnaval mayor es El Brinco de los Chinelos, que celebran los últimos tres días antes de cuaresma. Esta tradición se...

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