A todo galope

AutorTeresa Rodríguez

Corría el año de 1974 cuando Don César Pavlovich decidió abrir, en Hermosillo, un restaurante que rindiera honores a la tradición gastronómica sonorense. De ambiente familiar e inspiración campirana, el lugar fue bautizado con el nombre de una de las razas equinas más admiradas.

Y así, como caballo a todo galope, Palominos extendió el gusto por los cortes asados en carbón de mezquite, las tortillas sobaqueras, los frijoles maneados y las coyotas, desde Sonora hasta la Ciudad de México, Guadalajara, Mexicali y Tijuana.

Sus fanáticos chilangos recordarán el local sobre Insurgentes, en la colonia Guadalupe Inn, donde Palominos se estrenó como parte del panorama citadino.

"El espacio da cara a la avenida y tiene un vasto ventanal. Un lugar solar y color crema, de mobiliario de madera con las áreas bien espaciadas entre mesa y mesa. Un restaurante para lucir y lucirse, pero donde se puede conversar casi fuera del alcance de los oídos indiscretos.

"Aquí le dan a uno esa riquísimas tortillas de harina que la memoria vincula a las extensas planicies de allá por Ciudad Obregón", relató el célebre periodista y escritor Sergio González Rodríguez sobre Palominos en una de sus columnas publicadas en este diario en 2001.

Poco a poco, los platillos condimentados con chiltepín y chile anaheim, y la carne traída desde la tierra de la danza del venado -en aquellos entonces éste era el único lugar donde se ofrecía filete de cabrería-, conquistaron el paladar de empresarios, políticos y profesionistas, quienes siguieron la huella de esta sazón sonorense en su mudanza hacia la colonia Del Valle.

Ahora, Palominos festeja sus casi 45 años con la apertura de una...

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