TOLVANERA / Contra caciques

AutorRoberto Zamarripa
  1. En 1986, en medio de las asonadas del denominado "fraude patriótico" que despojó de triunfos electorales al PAN en Sonora y en Chihuahua, se realizó en lo que ahora es el WTC de la Ciudad de México una inusual reunión en la que participaron dirigentes del PAN, del extremista DHIAC, del Partido Socialista Unificado de México -la principal fuerza partidista de izquierda entonces-, del PMT, intelectuales y ciudadanos sin partido, con el motivo de mostrar una convergencia amplia en contra del autoritarismo priista y los asaltos electorales.

    Aquello fue un encuentro de lo más disímbolo pero su significación fue histórica. Izquierda y derecha, partidista y ciudadana, coincidieron en el reclamo de nuevas reglas electorales y de civilidad democrática que a la postre empujaron al movimiento cívico de 1988 y a la alternancia en el poder en el 2000.

    La andanada del gobierno priista de entonces fue muy parecida a las ruindades e hipocresías que se expresan ahora sobre las posibilidades de alianza electoral entre el PAN y el PRD en los comicios locales de este 2010.

  2. En la historia de la izquierda social y partidista y de la propia derecha hay vasos comunicantes. El panista chihuahuense Luis Héctor Álvarez como candidato presidencial de su partido en 1958 sufrió persecuciones durante su proselitismo por todo el país, al tiempo que Othón Salazar -a la postre dirigente en el Partido Comunista Mexicano (PCM)- era encarcelado por el delito de disolución social al encabezar el movimiento magisterial en demanda de mejoras salariales y democracia sindical.

    El gobierno de Adolfo López Mateos, tan reivindicado ahora por los priistas, se encargó de someter a las disidencias de izquierda y de derecha, siendo uno de los más represores en la historia reciente del país.

  3. La histeria priista frente a la posibilidad de las alianzas locales no repara en la forma en que muchos de sus próceres desde gobiernos estatales, e incluso federales, se dedicaron o dedican al fomento de partidos pequeños sin ninguna definición ideológica que no sea la subordinación al gobernante en turno, y que son utilizados para torpedear los acercamientos opositores.

    La satanización priista de las alianzas le ha dado más fuerza a la idea de esa convergencia. Desde luego que las alianzas propuestas deben ser distintas a las que el Partido Verde y el PRI sostienen. Ahí nadie debate la afinidad ideológica ya que dicha alianza no la discuten entre estadistas sino habitualmente la debaten al lado...

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