TOLVANERA / La doctrina

AutorRoberto Zamarripa

Yo solo sé que sé la neta, dijo Sócrates Rizzo cuando disertaba de asuntos fiscales y terminó con el asunto clave de la recaudación: el narcotráfico.

El ex gobernador de Nuevo León dijo ante estudiantes coahuilenses durante su conferencia "Federalismo y relaciones fiscales gubernamentales", que los gobiernos priistas sí sabían cómo hacerlo a partir de un Estado fuerte, un Presidente fuerte, una Procuraduría fuerte y un Ejército implacable. "De alguna manera les decían: 'Tú pasas por aquí, tú por aquí, tú por aquí, pero no me toques aquí estos lugares'", dijo con soltura.

"Lo que controlaban los gobiernos priistas era que ese tráfico no perturbara la paz social", acuñó (Reforma, 24/02/11).

El narcotráfico en México surge en el contexto de un gobierno de partido de Estado, donde no se movía una hoja -ni de la planta de mariguana- sin la autorización presidencial. Así crecieron muchos de los negocios lícitos e ilícitos.

En las actividades ilícitas había un obvio encarecimiento. Dada la ilegalidad de la actividad (contrabando, robo de autos o tráfico de drogas) el precio por ejercer el acto de omisión era mucho mayor. Los delincuentes pagaban más por los derechos de piso que cobraba la autoridad. Si osaba denunciarlo, simplemente perdería la concesión.

El Estado fuerte de la Doctrina Rizzo era el partido de Estado corrupto que tutelaba la actividad económica y que incluso generó la informalidad no solo como negocio sino como arena de control político. Los ambulantes entre los setenta y ochenta se convirtieron en un poderosísimo sector de apoyo para el autoritarismo priista.

Conforme la Doctrina Rizzo, los funcionarios de gobierno decían por dónde debería transitar la droga. Pronto, los jefes militares y policiacos entendieron el negocio. Para los setenta, el narcotráfico dejó de ser una mera actividad rural para convertirse en una gran industria que respondía a las demandas de consumo en Estados Unidos. Varios comandantes de la policía política, la Dirección Federal de Seguridad, se convirtieron en capos de cárteles. Desde su posición de gobierno se encumbraron en la mafia criminal. Igual sucedió con generales y oficiales del Ejército.

La alternancia en la Presidencia de la República efectivamente desmadejó la vieja manera de entendimiento entre el gobierno y los criminales. Pero algunos cárteles también entendieron que la expansión de su negocio criminal requeriría del entendimiento con los políticos de otros partidos, no solamente del PRI.

La...

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