TOLVANERA / Espuma

AutorRoberto Zamarripa

La tensión entre el ya basta y el cambio profundo. Los cien días encapsulan el dramatismo del gobierno que es impulsado por el ansia popular y tensado por la dura realidad.

Atenazado en una punta por un ya basta masivo, diverso y excitado, y en la otra punta por una promesa de cambio profundo que si bien tiene una fecha de revisión (2024) sigue siendo un horizonte al que le faltan definiciones.

Lo primero, el ya basta, es el reclamo de urgencia de cambio, que acelera, cataliza, obnubila y aturde. Su nubarrón envuelve las contradicciones, pleitos, desazones, pasiones y enojos que al final son atropellados por un impulso que resuena en las votaciones parlamentarias, en las elecciones locales -seguirá otorgándole triunfos a Morena y rehaciendo el mapa político- y hasta en las fanáticas manipulaciones en redes sociales.

El ya basta expresado en las urnas y cuyo impulso perdura y se amplía. Al ya basta lo fortalece la resistencia y la inercia. Es un impulso plural, diverso, contradictorio, que delira en la posibilidad del cambio profundo sin atender necesariamente a las vías para conseguirlo.

El ya basta impregna las primeras decisiones de gobierno que no necesariamente son bases de cambio profundo. Las hay más de forma, de ropaje; aquellas que tienen que ver con las austeridades y las modificaciones simbólicas. Otras que tienen que ver con el aseguramiento clientelar y la distribución de un dinero permanente para sectores diversos: ancianos, jóvenes, discapacitados, tandas y créditos a pobladores e informales.

La distribución masiva de recursos para distintos sectores sociales es en todo caso el mecanismo para atemperar y colocar el piso de apoyo social.

Lo que no se haga ahorita después será más difícil de realizar; de una vez ahora para que les cueste trabajo desmontarlo, suele decir el Presidente.

Los cien días en realidad son doscientos. El gobierno de AMLO empezó antes de empezar: gobernó antes de asumir; operó antes de decretar. Tras las elecciones sus rivales quedaron exhaustos y simplemente consintieron una transición con sabor a mando que inició la primera semana de julio. Antes de asumir el gobierno, el avión presidencial ya había sido...

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