Tolvanera / Sin exagerar

AutorRoberto Zamarripa

El niño se retorcía con los flashazos de las cámaras. El presidente Felipe Calderón lo llevaba en brazos y el chamaco parecía escurrírsele. Julián Arcona, de 5 años de edad, un infante discapacitado que usa silla de ruedas por una disfunción sicomotriz, tuvo por minutos una atención privilegiada. Fue cargado por el Presidente quien lo paseó durante una visita a uno de los albergues de Villahermosa.

Su abuelita, María de los Santos, caminaba atrás del Presidente sin perderlo de vista. Alguien le dijo a la señora que no se preocupara, que el Presidente no se llevaría a su niño. Ella nada más replicó: "no, si lo que quiero es pedirle una ayuda al Señor Presidente".

-¿Qué le va a pedir?

-Todo perdimos. Con lo que me pueda ayudar.

Ella vivía en la colonia Las Gaviotas, comunidad ahogada por las aguas de los ríos, las lluvias y el descuido tabasqueños. Alojada en el albergue con su hija y su nieto, María supuso que la visita del Presidente le traería vida nueva.

Su nieto salió en la televisión en los brazos del Presidente. Fue el motivo para decir que nadie es olvidado. Y así sucede. Cada tragedia se renuevan las promesas, se agiganta el poder como el gran repartidor y se fortalece el clientelismo político. Antes de hacer de las tragedias oportunidades para reconstruir una sociedad participativa, se sucumbe ante la seducción del paso a la historia como el gran benefactor.

Con las tragedias naturales emerge la pobreza. Cuando llueve o truena la tierra, quienes son arrastrados son los más pobres. De los cerros o las laderas, de los hoyancos o las márgenes, de los lugares que les deja la otra civilización, de ahí salen, maltratados, con sed y manos vacías.

Las respuestas, cíclicamente, eternamente, parecen ser las mismas. Caen las toneladas de cajas con latas de comida, las frazadas, la ropa usada, y como ahora frente a la crisis de Tabasco, una inmensa solidaridad aderezada de propaganda y protagonismo.

Los gobernantes acuden a los centros de reunión de los desamparados, apapachan a mujeres y niños, simulan la compasión y lanzan discursos del nunca más.

En el caso de los gobernadores estiran la mano; aprovechan la oportunidad para estirar presupuestos, para rehacer sus prioridades, para edificar con lo que envía la Federación los monumentos a la limosna.

En el gobierno federal suponen haber actuado con atingencia frente a las tragedias de Tabasco y Chiapas. Su satisfacción es directamente proporcional al tiempo aire de propaganda mediática en los...

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