TOLVANERA / La marea

AutorRoberto Zamarripa

Hoy se presentan como adalides de las reformas quienes fueron los contenedores de los empujes ciudadanos. Quienes ahora proclaman ser representantes de voces ciudadanas hace no mucho fueron los censores de las múltiples expresiones creativas y discordantes. Quienes ahora pactan acotar a poderes fácticos son ni más ni menos los productos estelares del enseñoramiento de esos poderes, de esas facciones, en la vida pública.

Se apresuran reformas y se habla de cambio. Qué bueno. Pero los afluentes del cambio no están, necesariamente, en las instituciones representativas. El impulso principal, la marea que golpea y remece, viene de lejos y baña en distintas regiones y estamentos. Desde luego que es loable la adecuada lectura de algunos de los enojos ciudadanos de parte de los representantes en el poder público. Intentar estar a tono con los reclamos ciudadanos siempre será mejor que frenar los impulsos de gobernados. Pero apenas atisba una intención. Falta consumarlo.

El saldo del año que termina, por encima de sus contrastes, es el de la emergencia del pensamiento y la acción autónoma. La mayoría de las campañas electorales, principalmente la presidencial, parecían condenadas a la rutina. Candidatos y partidos que pensaban ir a un picnic y terminaron exhaustos de un recorrido por corrientes de un río ciudadano revuelto, reclamante, exigente, inteligente que no quiso ser cautivo.

Fue un año de inequívoca madurez de las organizaciones civiles, mismas que colocaron la agenda a los candidatos. Creció con estas organizaciones, expandidas en distintas regiones y estamentos, la inquietud de pedir la rendición de cuentas, de retar al ejercicio de gobiernos honestos, al uso eficaz de recursos públicos, al cumplimiento de las funciones de las policías y procuradores, la lucha contra la trata, la extorsión, el delito común. Crecieron también las organizaciones civiles que demandaron mejor educación. Hicieron de esa divisa el eje de una batalla que aún no culmina pero que ha estremecido las estructuras más oxidadas del sindicalismo corrupto y de sus asociaciones con gobernantes y funcionarios.

Convergió con ello el amplio y tenaz movimiento civil de las víctimas tan diverso como las heridas provocadas. De este movimiento, de esos reclamos, apenas observamos el inicio. La suya fue en este 2012 una simbólica y valiosa participación de autonomía. No podía ser de otra manera. No dependen de nadie porque no pueden creer en nadie. Les arrebataron a sus familiares...

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