TOLVANERA / Los ojos

AutorRoberto Zamarripa

No es un asunto de definición, sino de desatención; en la pelea semántica, Cártel o no Cártel, está la evasión de la responsabilidad.

El jefe de Gobierno se encarama en una enredadera de contradicciones. La Ciudad de México no tiene cárteles de la droga sino narcomenudistas peligrosos, dice. En su explicación, patalea y se hunde: si hubiera cártel no estaría yo aquí. Le corresponde a la Federación, subraya.

¿Entonces si los criminales de Tláhuac eran narcomenudistas y no un Cártel, por qué atacó la Marina -federal- con blindados y vehículos artillados una pobre colonia urbana de Tláhuac?

La Ciudad de México es un territorio en disputa para grupos del crimen en las diferentes escalas de su operación delictiva. Aquí se lava y se plancha. Se amenaza y se mata. Se empaca y se distribuye. Se extorsiona y se plagia.

Las colonias populares donde la política gubernamental regala tinacos y pospone el servicio de agua, resultan las trincheras y los estados dentro un Estado, que comandan grupos armados fuertes y extendidos.

Narcobloqueos, derecho de piso, control de territorios, extensión de narcotiendas, dominio sobre la policía, fenómenos no vistos en la Ciudad de México, han crecido bajo su mandato.

El Ojos, el criminal que Mancera considera un aprendiz, era un benefactor de las colonias. Influía más que el delegado y daba más dinero que el gobierno, al estilo de los grandes capos.

Mientras hervía la ciudad de muertes callejeras, Mancera llevaba patrullas a Chihuahua. Cuando la Marina tomaba posiciones en Tláhuac, Mancera cabalgaba en Parral, a mil kilómetros de la Ciudad que debe gobernar. Pagó publicidad para decir que ese día entraba a Parral igualito que lo hizo Pancho Villa... a caballo, mientras marinos entraban a Tláhuac como cuando detuvieron al capo Beltrán en Cuernavaca.

En realidad, la última vez que Villa entró a Parral fue en carro, el 20 de julio de 1923 y fue para que lo mataran perforado de balazos.

Mancera elude; resbala culpas con su inacción. Muerto El Ojos se acabó la ceguera, supondrá.

En Los ojos del hermano eterno (Stefan Zweig. Viena 1881-1942), el protagonista, Virata, tiene la encomienda del Rey de acabar con los enemigos que pretenden deponerle. El guerrero triunfa pero en la oscuridad de la batalla mata a...

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