Tolvanera / Omisión y sumisión

AutorRoberto Zamarripa

Cuatro años después no puede decirse que apenas se aprende. La fractura del sistema de seguridad es responsabilidad de la administración federal actual. La presunta preocupación por descontaminar las áreas de seguridad de las influencias del pasado comienza a convertirse en una delicada complicidad. La omisión ha sido el sello de la casa. Lo grave es que la omisión empieza a ser sumisión.

Si la eficiencia rigiera en las entidades dedicadas a la seguridad la vida en las cárceles sería distinta, las batallas de cárteles disminuirían, la inseguridad sería combatida con decidida y confiada colaboración ciudadana.

En el penal de alta seguridad de La Palma ocurrió un segundo asesinato en la zona de locutorios. El hermano de El Chapo Guzmán, apodado El Pollo, fue acribillado. El responsable de ese penal, es decir de que ahí fuese cumplida la ley general y las disposiciones particulares referidas a la vigilancia extrema que debe caracterizar a esa cárcel, era Guillermo Montoya.

Para mayores señas, un personaje que tenía averiguaciones previas abiertas en su contra en este sexenio. Tenía una orden de aprehensión que conocía la actual Procuraduría General de la República, sí, la de este gobierno, no la zedillista o salinista o delamadrilista o lopezportillista.

Un juzgado de Distrito de Hermosillo solicitó su aprehensión desde noviembre del 2001 por el delito de evasión de reos, delito grave dado que Montoya era justamente el jefe del penal de la capital sonorense cuando ocurrió esa evasión.

Montoya ha trabajado en los penales estratégicos del narco: en distintas cárceles de Sonora y también en Matamoros, justo donde mandaba Osiel Cárdenas, el jefe del cártel del Golfo, quien, según las indagatorias de la PGR, es el director sin nombramiento del Penal de La Palma.

Conforme la nota de Reforma del pasado 5 de enero Montoya fue nombrado bajo la administración de Alejandro Gertz Manero como responsable del Penal en La Palma, en junio del 2004. El actual titular de Seguridad Pública, Ramón Martín Huerta, lo ratificó en el cargo. Antes, en el 99, había estado en el Penal de Puente Grande donde fue amigo de los presos más peligrosos y para fines de ese año pasó al penal de Hermosillo donde permitió dos fugas, la de un secuestrador y otra de un narcotraficante.

Es decir, Montoya era un empleado del crimen organizado que cobraba, en sus ratos libres, en las nóminas del gobierno.

¿Por qué si se cuenta hasta con banco de huellas dactilares de delincuentes la...

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