TOLVANERA / Pactos

AutorRoberto Zamarripa

Doña Artemia, una mujer oriunda de la comunidad de Yerbabuena en Landa de Matamoros, Querétaro, sostiene la foto con el rostro de su hijo Ignacio, desaparecido en un viaje rumbo a Estados Unidos, como consigna una espléndida edición de la página 8 de Reforma. (Reforma, 10/04/11). La aparición de las fosas en San Fernando, Tamaulipas, con decenas de cadáveres, aparentemente de migrantes secuestrados en autobuses que iban rumbo a Estados Unidos, extrañamente reavivó la esperanza de la señora. Ella tiene fe en que su hijo está vivo pero los muertos de las fosas se parecen tanto a su criatura que ahora acaso tendrá que ir a reconocer restos para descartar una tragedia.

Así está el país. Queremos tener fe aferrados a la fotografía del buen recuerdo cuando caminamos sobre las fosas comunes de nuestros muertos y estamos obligados a reconocerlos, por sus cicatrices, sus señas particulares.

Es un fin de época. Lo indica el agotamiento de las formas de convivencia que por décadas funcionaron, la inoperancia gubernamental, la desazón ciudadana colocada en punto de hartazgo, la crueldad como mensaje, la debilidad institucional y la impunidad campante.

Ocho mil 898 cuerpos no identificados han sido enterrados y 5 mil 397 personas han sido denunciadas como desaparecidas desde el 2006 a la fecha, según la CNDH. Trece mil hijos de nadie.

El narco es un fenómeno de acumulación de poder y de riqueza. El núcleo está en la ganancia y los mecanismos para asegurarla como la extorsión, el asesinato, el chantaje, el control de poderes institucionales, el gobierno de los territorios.

Se mata para ganar dinero pero ha llegado el momento en que la riqueza acumulada por los criminales es incontrolable. Los fines de su obtención ya no son medibles. Entonces, importan más los medios, crueles y violentos, que la ganancia misma. Ya no cuentan los billetes. Se enumeran las víctimas.

En la medida en que las vías institucionales resultan inútiles y/o inexistentes para dirimir problemas de las comunidades, se imponen los modos y maneras del crimen. En diversas regiones del país ni el Estado ni sus instituciones ni los gobiernos estatales o municipales son los gobernantes o ejercen una función de arbitraje o regulación de los conflictos.

Históricamente la política de seguridad pública en distintos niveles de gobierno ha estado sustentada en la negociación. La implacabilidad contra el crimen invariablemente ha sido determinada para afectar a un enemigo y beneficiar a un...

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