TOLVANERA / Sopa nueva

AutorRoberto Zamarripa

Era previsible: agobiar, sofocar, torpedear a Andrés Manuel López Obrador. Pero el formato del debate dejó por momentos a la mitad la controversia. La tormenta fue intensa. AMLO sacó el paraguas, un poco desvencijado, con varillas sueltas, ante el ventarrón que lo doblaba. No dejó de salir empapado aunque tampoco lo derribaron.

López Obrador quiso administrarse y sus silencios abrieron flancos para que le tundieran. No fue al debate por los indecisos sino por los convencidos con la idea de que no le movieran su gran ventaja. Los indecisos querían escucharlo para confirmar o rectificar si sus dichos y sus propuestas eran convincentes. Dejó con sus silencios una amplia avenida para la incertidumbre.

"Me traen en la punta de la lengua...", ironizó el tabasqueño. No se enganchó y tampoco siguió el guión. Dejó casi todo sin respuesta. ¿Fue suficiente? La evolución de la campaña lo irá contestando. Pero lo que las tendencias habían indicado hasta antes del debate es que la exageración en el ataque, la sublevación del agobio y el tiroteo contra un candidato, el líder, no lo debilitaban sino lo fortalecían. El asunto es si con el debate fue maltratada esa imagen del invencible, de la inevitabilidad de su triunfo. Tal parece que sí.

Ricardo Anaya soñaba con este momento y pudo capitalizarlo. Anaya atacó y atacó. Fue persistente, articulado, reiterado. Tuvo contundencia y nunca retrocedió. Eso sí, de tanto ataque dejó cortas sus propuestas. Fue contundente con sus ejemplos; dejó en claro que estudió a sus rivales y supo morderles donde podía dolerles.

Anaya mostró las dotes de polemista; fue puntilloso, certero. Pero eso no le da carta de estadista todavía. Dejó pendiente argumentar sobre la plataforma de los partidos que lo postulan. No puso como fuerte ser candidato de una alianza disímbola y tampoco habló de su filiación e historia panista. No pareció dirigirse tanto a los suyos como a los indecisos. Y ya no dijo que metería a la cárcel a Enrique Peña, le bajó a su bravuconería.

José Antonio Meade exhibió preparación. Lanzó su resto. No tenía de otra. "En mi gobierno no habrá ni estafas maestras, ni moches, ni ligas, ni escándalos, ni naves industriales". Lo dijo bien, aunque sabe que no es impoluto.

Pudo...

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