Tomás Calvillo / La crisis

AutorTomás Calvillo

Para Miguel Granados Chapa, agudo lector de la realidad.

Es una palabra que nos acompaña desde los años del viejo régimen, vinculada al echeverrismo de aquel 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971 con sus halcones. Pero también al reconocimiento de los derechos del pueblo palestino, y la acogida a los refugiados políticos de Argentina, Chile y otras dictaduras y a la creación del Infonavit. Después retornó en el sexenio de la administración de la abundancia, del boom petrolero y del discurso teatral con síntomas de desequilibrio emocional, que anunció la nacionalización de la banca. Más tarde las crisis monetaria, los crímenes políticos, la insurrección armada en el sur del país, y los errores bautizados con espíritu decembrino de una guerra intestina por el poder.

La crisis económica, política, energética, educativa y de seguridad, y la crisis de identidad colectiva e individual propia de esta era, que se insiste, es del conocimiento y no de la confusión como aparenta.

Hace unos cuantos años, la alternancia, en condiciones de relativa normalidad, no impidió que se ahondaran las diferencias expresadas en los múltiples rostros del país, la crisis de la esperanza nombraron algunos al deterioro del ímpetu democrático en los ciudadanos y a la percepción del cambio sin cambio.

La palabra volvió recién a los encabezados de la prensa y encarnó en la guerra contra el crimen. En los últimos días y horas de este año se dilató y rebasó los límites nacionales para volverse global y golpear con severidad a nuestros vecinos del norte recordándoles una de sus características culturales: los excesos.

Al escenario han vuelto los economistas para tratar de explicar las causas de la caída de las bolsas y de las escasas reservas de confianza; y por supuesto que no se ponen de acuerdo ante una lógica que oculta una profunda irracionalidad; la de una economía depredadora de la naturaleza, de los vecinos y prójimos, de pueblos y culturas, que incluso tiene el poder de convencernos, como la única opción, véase a China, el espejo de ultramar. Su certeza...

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