Torean a la muerte por oro negro

AutorDaniel de la Fuente

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SABINAS, Coah.- La tragedia en el pozo minero número 3 de la empresa Binsa volvió los ojos hacia las condiciones inhumanas en las que se labora en la Región Carbonífera.

Y es que estos "pocitos" -como se les conoce a los yacimientos- llevan años aumentando la cifra de huérfanos y viudas.

Un reportero de REFORMA pudo descender ayer a uno de los pozos mineros de la zona, donde todos los días miles de hombres penetran a las entrañas de la tierra en busca de carbón y sustento.

Éste funciona de manera irregular, como la mayoría de los del municipio de Sabinas, y se encuentra muy cerca del pozo que estalló el pasado martes dejando seis mineros sin vida, hasta ayer, de 14 atrapados.

El riesgo de que haya gas metano es tan elevado que ni siquiera se pueden tomar fotografías ante el temor de una explosión por el flash.

Al principio de cada jornada, al menos dos carboneros suben boca arriba, a la orilla de un bote de fierro para la basura, apenas sujetos a un cable de acero.

Luego le dan la señal al malacatero -compañero que maneja el cable- para que, a la distancia, los haga descender mediante un sistema eléctrico. Un mal paso provocaría que el bote se volcara.

"Por nada te sueltes de la cadena", advierte el minero al reportero, en un tono que obliga a no hacer más.

El "pocito" es 46 metros de profundidad y el viaje de descenso dura alrededor de 20 segundos, aunque los mineros aclaran que hay de mayores profundidades.

Abajo, en la penumbra, varios pasadizos se despliegan en los alrededores. El agua llega hasta las rodillas, a pesar de la bomba conectada para sacar el líquido.

Uno tras otro, los mineros, con pequeñísimos focos encendidos en sus cascos, esperan para vaciar sus carretillas en el bote. "¡Vámonos, vámonos!", grita uno.

En estos pozos hay que caminar agachado todo el tiempo, ya que la altura no es mayor a 1.20 metros, en tanto que el ancho de los túneles equivale al de una carretilla...

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