La tragedia del amor (III)

AutorLeticia C. Rentería y Jonathan Garavito

La vida le había dado razones para no creer en el matrimonio. La más obvia era el abandono de su padre, quien, sin más, dejó a su madre con la responsabilidad de criar a ocho hijos. Al menos al principio, porque después sería ella, la hija menor, quien se encargaría de apuntalar económicamente a su familia, de trabajar por y para sus hermanos.

Sin embargo, Carmen Campuzano deseaba llegar al altar. Al principio, pese a lo que había visto en su propio hogar, confiaba en el final de los cuentos de hadas: "Se casaron y fueron felices para siempre".

Y aun cuando la realidad le dio pruebas de lo contrario, siguió creyendo en el amor eterno. Se esforzó, quizá demasiado, en encontrarlo... en merecerlo.

En 1983, con sólo 17 años, conoció al primer "hombre de su vida". Él era mayor por más de una década y no precisamente guapo, pero sí rico e importante. Era el hijo de Guillermo Rossell de la Lama, entonces Gobernador de Hidalgo.

Carmen ya trabajaba como modelo, pero conservaba la candidez que la caracterizó durante su infancia y adolescencia. Por eso, especulan sus allegados, nunca habría consentido tener una relación con un hombre si no fuera con fines serios.

Y Fernando Rossell Abitia fue más que convincente: se casó con ella por la vía civil, después de un noviazgo de aproximadamente seis meses, y la llevó a vivir a una mansión en Las Lomas de Chapultepec. Y aunque seguía trabajando, no lo hacía por necesidad, ya que su marido tenía mucho dinero.

Pero el príncipe se convirtió en sapo y ella dejó de ser la señora de Rossell Abitia tras dos años y sin siquiera firmar un acta de divorcio...

Un amigo, quien pide el anonimato, cuenta que un día Carmen llegó de trabajar y se encontró con una escena común en su casa: música, gente desconocida que reía y bebía sin parar. Pero en esa ocasión ella no estaba de humor para una fiesta, así que le pidió a Fernando que despachara a sus invitados.

"¡Tú no eres nadie aquí! ¡Todo fue falso! Yo soborné al juez para que simulara la boda".

La incredulidad y la sorpresa la dejaron helada. No sabía si se trataba de una broma de pésimo gusto de su marido, o sólo que estaba demasiado borracho y enojado.

Primero, silencio. Después, cuchicheos y miradas burlonas de los testigos que veían cómo Fernando la corría del que creía su hogar, sin permitirle sacar sus pertenencias.

"Un gran defecto de mi hermana ha sido su apasionamiento en el amor. Los hombres no han sabido darle su lugar, independientemente de lo guapa que es. No la supieron valorar como compañera. Tampoco su ternura, su moral, sus buenos modales", reflexiona Daniel Campuzano.

En efecto, la historia sentimental de Carmen parece dividirse en episodios de engaños, abusos, traiciones y desprecios, a partir de ese matrimonio falso. Para su amiga Lourdes Valencia ese engaño marcó el destino amoroso de Carmen.

"Todo fue una patraña orquestada por él, porque sabía que no iba a conseguir nada con ella sino a través del matrimonio. La engañó para que se acostara con él, y ya que obtuvo lo que quería, la dejó".

Cualquiera que hubiese sido la razón, el resultado era el mismo: Carmen quedó devastada. Pero ahora menos que nunca podía dejar de trabajar, pues ya no tenía casa ni un esposo que solventara sus gastos.

Además, seguía apoyando económicamente a su familia. Por eso regresaba a las pasarelas, donde brillaba como ninguna.

"Tuvo una gran desilusión. Pero, independientemente de eso, nunca nos dejó de apoyar ni...

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