Travesía por el tiempo

AutorJosé Arrieta

Fotos: Roberto Antillón

OAXACA, Oax.- Si se escucha con atención, el andar puede contarte historias.

Cierra los ojos, detente un momento, respira profundo. Las pisadas que se acercan por el ex convento de Santo Domingo, que suben apresuradas de las plazas y parques de esta capital, resuenan como eco vivo de vidas e historias.

Entre la verde cantera de sus templos, sus cúpulas coloridas, las piedras de grandeza zapoteca y mixteca, los campos milenarios y los caminos de increíble vista, aún resuenan millones de almas que se han dejado seducir por el tono jade de esta tierra, su sabor y su alegría, llena de voces de pájaros y vendedores.

¿Quieres viajar por el tiempo? Déjate guiar por la canción de las eras que, poco a poco, se depositan noblemente en el alma de la llamada Verde Antequera.

OAXACA: CIUDAD ESMERALDA

Quien quiera conocer una ciudad, debe verla tras la lluvia.

Cuando las gotas comienzan a evaporarse, las paredes de los edificios que se encuentran en el corazón de la capital oaxaqueña parecen exhalar. Es como si su cantera esmeraldina, que le valió el apodo de la Verde Antequera, latiera contenta, dispuesta a contar sus secretos.

El fin de la lluvia es una invitación a salir de la Catedral de Nuestra Señora de la Ascensión, consagrada en 1733, casi 200 años después del inicio de su construcción. Partir de un sitio tan espiritual hace que lo siguiente sea considerar alimentar al cuerpo.

El famosísimo pasillo de humo, al interior del Mercado 20 de Noviembre, es un punto de placer inmediato. Por 200 pesos se puede acceder a un enorme plato mixto, con algunas de las exquisiteces que han dado fama a la gastronomía oaxaqueña: tasajo, tripitas fritas, chorizo...

Sólo hay que sentarse y disfrutar. Luego, con el corazón contento, volver sobre los propios pasos, invitado por el frío, para tomar una taza de chocolate o un trago de mezcal y ver cómo el tiempo toma una consistencia suave, maleable.

Subiendo por la calle Macedonio Alcalá se llega al ex Convento de Santo Domingo, una hermosa caja de cantera que resguarda retablos y representaciones de lo divino, perfumadas por el paso de los siglos. Hay que detenerse en el espacio contiguo y admirar la otra riqueza local, la de sus plantas conservadas en el impresionante Jardín Etnobotánico.

Las palabras escasean, el tiempo se detiene. Es hora de seguir.

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