Travesía única

AutorHaydé Murakami

Enviada

GRECIA.- En punto de la hora solicitada suena el timbre de la habitación. Un mesero sonriente y callado entra procurando la mínima intrusión, y en menos de cinco minutos hay una mesa con mantel, cubiertos, platos, cristalería, café, fruta fresca y un humeante desayuno en la suite.

Con ayuda de los binoculares que se han dispuesto para disfrute del pasajero en una de las repisas sobre el escritorio, ya se puede ver a lo lejos la isla de Santorini, y el cielo tan azul en el que apenas se ve una nube esponjada parece comprometido a hacerle juego a la isla, con sus construcciones de orillas redondeadas blanquísimas, cuyos marcos de puertas y ventanas, así como algunas cúpulas, se adornan justamente de azul.

Pronto se oye una voz por todo el barco y en todos los televisores. No es el Gran Hermano sino Sam, el director del crucero, anunciando que estamos a punto de llegar y dando indicaciones para desembarcar, tan animado que parece que fuera su lugar natal.

Ya hemos estudiado el destino y sabemos las cuestiones prácticas y hasta los menús de hoy con una pequeña gran ayuda de la información que cada noche aparece en la cama en el diario del barco, el "Chronicles". Tenemos unas buenas 10 horas para explorar la isla.

El Whisper ha llegado muy temprano y nos apuramos a desembarcar, de modo que, luego nos enteraríamos, hemos sido afortunados al poder apreciar las calles vacías, silenciosas y tranquilas que en un par de horas se volverán difíciles de caminar con los cruceristas de otros barcos que comienzan poco a poco a llegar.

Aventajándolos, decidimos tomar un tour a Ia, en el norte de la isla, lugar que por su belleza pintoresca ha sido el escenario de tantas películas, como Mamma Mía!

Algunos artesanos trabajan tallando madera. De nuevo, en un par de horas llegan las hordas de turistas que se pelean el espacio para fotografiarse con la famosa cúpula azul rematada por una cruz blanca de fondo.

Un par de españoles recién casados nos explican con mucho agobio mientras volvemos que su crucero se va pronto, que se les ha hecho tarde y deben correr de nuevo al puerto. Sentimos pena por ellos y apuramos al chofer, pero al mismo tiempo estamos aliviados de saber que el Silver Whisper estará ahí durante varias horas más.

Luego de pasear otro rato, comer un buen gyro y comprar artesanía, decidimos bajar de nuevo al puerto a lomo de burro, aunque la experiencia nos angustia más por lo empinado de la bajada y porque sentimos culpa por el esfuerzo que...

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