La tribu de los corredores

AutorTatiana Adalid

FOTOS: JOEL ZAMORA

Es domingo y aún no amanece. Le pido al taxi que me deje en el inicio de la calle de Florencia y cruzo la Zona Rosa. De entre las sombras de antros, tiendas y restaurantes que no cierran, salen una a una, en pequeños grupos, miles de personas vestidas con la misma playera amarilla. Todos caminamos hacia Paseo de la Reforma, al inicio del Medio Maratón de la Ciudad de México.

He corrido por más de diez años; he corrido sola y acompañada; he corrido en tres continentes: a las cuatro de la mañana en Beijing, a las siete en París, en Oporto, en Madrid, en Hong Kong. He corrido al calor de Mazatlán, contra el viento de temporal en Cancún; he corrido a pie de carretera; en pueblos mágicos mexicanos; en las montañas de California; en calles empedradas, adoquinadas, en terracería; he corrido casi todas las distancias: 5, 10, 15 kilómetros, medio maratón, tres maratones completos y hasta una carrera infantil de 100 metros de la mano de mi hija. Cada uno de esos momentos representa muchas sensaciones.

Podría ser la adrenalina de saber que estás a poco tiempo de alcanzar tu meta, de saber que el esfuerzo diario se convertirá en un mejor tiempo o una mayor distancia; tal vez sea el momento compartido con miles de personas con gustos y experiencias similares; o el disparo de salida, la posibilidad de correr sin obstáculos y seguro. La oportunidad de adueñarte de las calles.

Sin embargo, hay algo más que hace de las carreras algo diferente. Se trata del momento máximo en el que se logra la dualidad perfecta: una actividad tan individual como correr se vuelve una experiencia colectiva en la que miles compartimos un tiempo y un espacio físico, un espacio de identidad con el otro, sin importar nada más que el hecho de ser corredores.

Es el momento en que el grupo que somos, la tribu dispersa en parques, calles, gimnasios y caminadoras en casa se reúne para compartir un tiempo y un lugar. La calle se vuelve una fiesta a la que acuden personajes disfrazados, padres con sus hijos en carriolas, corredores con sus perros, las familias enteras a celebrar, a adueñarse por un rato del espacio público.

Coinciden mis amigos corredores en que en el momento en que completas una carrera, de esas que se organizan cada semana en Paseo de la Reforma, Chapultepec o Coyoacán, todo cambia y te vuelves un corredor para siempre.

Tal vez por eso la participación en estos happenings haya crecido a grandes pasos en los últimos años en la Ciudad de México y...

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