Turista Exigente / Buenos modales

AutorJosé Antonio Franco

Estando el otro día en un viaje de negocios me encontré con la sorpresa de que me sorprendiera la sonrisa y buenos modales de una vendedora de dulces. ¿Tan poco acostumbrado estoy? No tanto a los dulces, que mi permanente interés por parecer un modelo de spot publicitario me obliga a comer a escondidas, sino a la contracción, casi insignificante, de unos pocos musculitos de la cara y a la predisposición sincera de agradar.

Y es que parece que no todos entendemos por buen servicio lo mismo. Tanto es así que estoy convencido que muchos de los trabajadores del sector turístico, incluso algunos empresarios, consideran que el trato educado y afable es un valor añadido al servicio de comida, hospedaje o transporte en lugar de, como lo entendemos los consumidores, una condición necesaria para que éstos sean reconocidos como tales. Lo demás es saciar el apetito, dormir o trasladarse.

Es curioso que la mayoría de nuestros buenos recuerdos de viaje estén asociados a personas que, de alguna manera, nos regalaron sus sonrisas y buen hacer. En estos días ya cercanos a las fiestas navideñas y el fin del año, no puedo evitar el recuerdo de aquel maitre, Abel, del "Atlantic" restaurante en el Soho londinense, que tenía en mente la reserva antes de que pronunciaras tu nombre; o el sobrecargo de Aeroméxico (de quien desgraciadamente no recuerdo el nombre) que con su extremada educación te hizo sentir como un verdadero turista Premier; o el magnífico recepcionista de noche del hotel Los Juaninos en la ciudad de Morelia, Francisco, que te cuida enviándote el primer café de la mañana a esa hora intempestiva a la que uno tiene la mala costumbre de ponerse a trabajar... Podríamos seguir hasta el infinito en este balance de fin de ejercicio, con Román, el camarero de un precioso bar de playa en Golfo de Santa Clara, que no sólo me dio muy bien de comer, sino que tuvo la amabilidad de explicarme los intríngulis del lugar y la forma de disfrutarlo. Y tanta y tanta gente anónima que hace de su buena educación y deseo sincero de agradar el componente fundamental de nuestra satisfacción.

Por el contrario, y sin dar nombres, están aquellos otros que creen que lo de sonreír y agradar no va con sus obligaciones. Una vez realizada la parte mecánica del servicio, el resto es como si les debieras algo, como si fuera cuestión de suerte encontrarlos de buen humor o no.

Como cliente, uno se descubre o enfadado o intentando caerles bien, sumido en una especie de "síndrome de...

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