Universos paralelos

AutorChristopher Domínguez Michael

La historia de la literatura abunda en autores que perdieron sus poderes al componer, en su primer libro, una extenuante epopeya de la intimidad. Tras El umbral. Travels and Adventures (1993), esa catarsis romántica, Ana García Bergua evolucionó hasta convertirse en uno de las escasos escritores mexicanos que saben servirse de la historia (y de la historiografía) para construir verdaderos y habitables castillos novelescos.

Si en Púrpura (2000), su segunda novela, asistimos a una farsa que da cuenta del camino emprendido por un joven provinciano a los estudios cinematográficos de la gran ciudad, en Rosas negras (Plaza y Janés, 2004) somos convidados a participar de una delicada novela espiritista, armada con esa rumorosa dedicación que delata la madurez en el oficio.

García Bergua domina con creciente maestría el arte de la parodia, como ya era notorio en Púrpura, un melodrama que se atreve a decir su nombre al homenajear el viejo cine mexicano y al sentimentalismo de utilería que proyectó las intimidades colectivas de una nación. Hija del historiador cinematográfico Emilio García Riera y lectora insidiosa del Salvador Novo más frívolo, García Bergua dedicó Púrpura a redimir a esos "300 y algunos más" que orbitaban en torno a la cartelera, indiferentes a la sentencia que Paz utilizó para explicar el ineluctable descrédito del teatro de Xavier Villaurrutia: el buen gusto de hoy es la cursilería del mañana. García Bergua profundiza y tras bambalinas nos encontramos, en Púrpura, con una consistente novela sobre la homosexualidad masculina, protagonizada por un héroe enamoradizo que, como en alguno de los Pensamientos descabellados de S.J. Lec, "se mudó de Sodoma a Gomorra" y vivió para contarlo.

Rosas negras ocurre en una ciudad provinciana del México de los primeros años del siglo veinte, escenario donde el espíritu de un buen burgués va a dar al candil de su restaurante favorito y allí se queda capturado a merced de los flujos de la electricidad. En torno a esa luz sensible que se enciende y se apaga, novedad técnica absoluta que García Bergua examina con detenimiento, discurrirá una curiosa trama modernista, que escrita a golpes de mot juste en la mesa espírita, hace de la inconsolable viuda una heroína que se las arreglará para conquistar la autoestima y el amor. Y lo hará sin despreciar el uso, a la manera del escudo de Minerva, de los instrumentos pornográficos y psicalípticos a los que su abducido marido recurría en la intimidad y que...

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