Víctimas del equívoco

AutorChristopher Domínguez Michael

Por fin me hice de un libro curioso del que mucho había oído hablar: Writers and Their Critics. A Study of Misunderstanding (1944), de Henri Peyre, el legendario profesor de literatura francesa de la universidad de Yale. Ocupa a Peyre la recopilación de los errores cometidos por los críticos en la apreciación de las grandes obras literarias, pero no sólo de éstas pues el profesor de origen parisino recurre a menudo a la comparación con la música y la pintura. El destino de Cézanne, por ejemplo, lo atormenta. Muy lejos estuvo Peyre de compartir las que ya entonces le parecían copiosas y delirantes teorías que aspiraban a hacer del juicio literario una ciencia exacta, pero aspiraba a estudiar y prevenir los más dañinos entre los prejuicios estéticos, aquellos susceptibles de enmendarse debido a su origen biográfico, político, filosófico. Soñaba Peyre (quien murió a edad avanzada en 1988) con una reconciliación entre el escritor y el crítico, cometido dudoso y quizá viciado de origen. Pero antes de discutirlo, que ya lo haremos, haré un resumen de algunos de los escritores menospreciados por los críticos, tal cual los va desmenuzando Peyre, quien empieza con la literatura anglosajona. Antes, adelantó mi primera reticencia ante la perspectiva de Peyre: toma por opinión válida, contabilizable, lo mismo la de los críticos más eminentes que la de los gacetilleros evidentemente más incapaces o prejuiciosos.

Shakespeare. Fueron muy severos con él, antes del siglo 19, Blair, Hume, Lord Chesterfield, Samuel Johnson inclusive. Pero recuérdese que ninguno de los contemporáneos de Shakespeare encontró en Macbeth o Hamlet lo bello y lo sublime al grado apreciado por los románticos como Coleridge o Hazlitt, iniciadores de la shakespearelatría.

Donne. A Peyre le asombra que un poeta tan inmenso haya pasado por un crepúsculo tan largo, que no acabó sino a principios del siglo 20. Quizá, asume Peyre, autor de ¿Qué es el clasicismo? (1933), era inaceptablemente clásico.

Milton. Lo que el Dr. Johnson consideraba aburridísimo, letal, para el lector común, lo sigue siendo. Milton es una lectura teológica.

Keats. Recibió ataques furiosos, pero como lo prueba la investigación literaria, éstos no fueron ni siquiera la mayoría. Hubo entusiastas desde el principio. Pero lo que importa -dice Peyre- es que él sufrió el desdén como decisivo y fatal.

Shelley. A Peyre le inquieta que un poeta tan perfecto haya sido tan injustamente rechazado, incluso tomando en cuenta la...

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