Se ve Ripstein como artesano

AutorMario Abner Colina

"He sido un artesano. En algunos casos he sido bueno. Pero yo quería ser artista", dice con humor y resignación Arturo Ripstein.

El cineasta, una de las vacas sagradas del séptimo arte mexicano, es objeto de una retrospectiva en la Cineteca Nacional, que congrega 16 de sus largometrajes y unos cuantos cortos.

Van desde La Hora de los Niños (1969) hasta La Calle de la Amargura (2015), un recorrido por sus exploraciones sobre las pasiones bajas, las miserias morales, las familias resquebrajadas.

"Es un gran honor que me reconozcan. Por fortuna no programaron ninguna de las que me avergüenzo", opina en entrevista el ganador de seis premios Ariel y tres veces nominado a la Palma de Oro de Cannes.

Él, admite con sencillez, no vuelve a ver sus cintas una vez que son estrenadas.

"Entonces los recuerdos son muy amargos, una especie de escaparate de errores, imprudencias y despropósitos. Eso es lo único que veo en mi trabajo. Es verdadero dolor.

"Uno piensa lo que pueden ser las cosas, pero en el cine sale lo que sale. Por más que te afanes en ser Kurosawa, no lo eres. Eres lo que te tocó".

De 75 años, el realizador de El Lugar sin Limites y El Castillo de la Pureza sabe que su obra jamás llegará al gran público, es de nicho, así que, adelanta, vería con buenos ojos una oferta de Amazon o Netflix para tener su filmografía en su catálogo.

Acepta que sus piezas aparezcan a cuentagotas en la piratería, aunque lamenta la verdadera naturaleza de ésta.

"Me da gusto que exista la piratería de nicho. Me aproblema que esté dirigida por grupos...

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