'Mi venganza es la vida'

AutorLaurence Pantin

Pasó hace más de 13 años, pero Yves Kamuronsi y Freddy Mutanguha siguen recordando el horror cada vez que escuchan silbidos. No pueden olvidar que el sonido estridente y repetitivo anunciaba la llegada de los verdugos y no se apagaba hasta que éstos acabaran su misión: matar a todo lo que se moviera.

Es en parte porque en esos momentos se movieron menos que sus compañeros de infortunio que Yves y Freddy estuvieron aquí para contar el genocidio en Ruanda.

Pero ambos saben que su sobrevivencia también dependió de la suerte. O mejor dicho de la casualidad, porque no se puede hablar de suerte cuando uno tiene que escuchar morir a sus familiares y amigos sin poder hacer nada más que esconderse para evitar ser otra víctima de la masacre.

Discriminación latente

El genocidio empezó el 6 de abril de 1994, cuando murió en un extraño accidente aéreo el presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, miembro de la etnia hutu, mayoritaria en el país, y en conflicto con la etnia minoritaria de los tutsis. Un grupo de hutus extremistas cercanos al fallecido mandatario aprovechó el desconcierto para matar a los hutus más moderados de la oposición y ordenar el exterminio sistemático de los tutsis. La masacre duró cuatro meses y acabó con la vida de cerca de 800 mil personas.

Las tensiones entre las dos etnias no eran nuevas. Empezaron a finales del siglo XIX, en la época de la colonización, cuando el país centroafricano estaba bajo control de Alemania y abandonó el sistema político basado en los clanes para instaurar un régimen basado en las etnias.

Una larga historia de discriminación mutua explica el odio que desarrollaron los miembros de ambas etnias hacia el grupo opuesto. Freddy, un tutsi de 30 años, cuenta que cuando iba a la escuela, los maestros enseñaban a contar a los niños basándose en el número de tutsis y de hutus presentes en el salón. "Pedían a los niños hutus que se levantaran y decía el maestro: 'Tenemos a 25 hutus en el salón'. Después, pedía a los tutsis que se pararan y decía: 'Hay 5 serpientes en el salón'. Así llamaban a los tutsis porque consideraban que no eran personas de confianza".

El sacrificio de una madre

Freddy tenía 18 años cuando cambió su vida para siempre. Vivía con sus padres y sus cinco hermanas en Mushubati, un pueblo del oeste del país. Cuando los vecinos hutus acompañados de soldados llegaron por primera vez a su casa para buscarlos, pudieron salvarse a cambio de dinero. Pero el centenar de hombres armados de fusiles...

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