El viacrucis de José Luis (III)

AutorDaniel de la Fuente

"Aquí nomás alrededor de mi casa, en un radio de 10 cuadras, han desaparecido 16 niñas", afirma José Luis Castillo.

"A una, dos, tres casas de la mía hay una, otra más allá, están esparcidas, pero yo, que vivo como a 25 cuadras del centro, cuento 16 niñas, todas en el 2009. La diferencia fue de meses".

Vecino de la Colonia Postal, en la violenta Ciudad Juárez, José Luis subraya el 2009 porque fue el año en que desapareció su hija Esmeralda Castillo Rincón, de 14 años, una de las muchas menores de edad que han sido arrebatadas del hogar en esta ciudad, cuya Fiscalía Estatal anunció en días pasados, casi con júbilo, que en lo que va del 2013 los homicidios violentos se redujeron un 80 por ciento con respecto al inicio de los dos años anteriores.

La autoridad celebra como suyos los logros de un cártel sobre otro. Mientras que en el 2010 la guerra entre bandas arrojó la friolera de 3 mil 075 muertos en esta ciudad; en el 2001, mil 940 y, en el 2012, 749 víctimas, hasta el momento la atormentada Ciudad Juárez cuenta con poco más de medio centenar de homicidios.

Esmeralda salió de su casa el 19 de mayo del 2009 rumbo a la escuela y no volvió. José Luis, de 52 años al igual que su esposa, Martha Alicia Rincón, cuenta lo poco que sabe de aquel día siniestro.

"Ella estaba en la técnica 78 y tenía que abordar dos unidades de transporte urbano, porque no alcanzó cupo en la escuela del barrio", comenta.

"En aquella zona vive otra hija, que fue la que la puso en la ruta, se subió y de ahí para acá no hemos sabido de ella".

Con qué facilidad son arrebatadas las hijas de Juárez a su regreso a casa. Con qué sencillez la autoridad se resiste a emprender de inmediato su búsqueda, afirma José Luis, quien debió darle la noticia de la desaparición a su esposa cuando ésta se encontraba internada en el Centro de Readaptación Social de Ciudad Juárez, tras ser acusada en el 2006 de intentar cruzar droga a la frontera. Ya está libre.

Él, en esos días del 2009, inició el camino de las denuncias en vano y las antesalas para nada. Pronto, empezó a destacar no sólo por el volumen de su exigencia, sino porque era de las pocos hombres en los grupos de familiares de víctimas.

"Andábamos dos padres y se nos acaba de agregar uno más: somos tres en un mar de señoras. Es algo dificilito, porque si para tratar a una está difícil, ahora con muchas...", bromea tímidamente. "Pero, no, la verdad todos adolecemos de lo mismo: nos falta una vida a nuestras vidas".

José Luis también...

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