Viajando Ligero / Más allá de San Juan

AutorJim Budd

En anteriores visitas a Puerto Rico, nunca viajé más allá de San Juan. Luego llegó una invitación para ver algo del resto de la isla, y fue una oferta que no pude rechazar. La aventura empezó con el traslado de un aeropuerto en San Juan a otro y volando a un lugar distinto. Las mejores playas de Puerto Rico, según le dicen a uno, están en otra isla, en Culebra.

Aun siendo casi el más grande de las dos docenas de cayos que se asoman en el Caribe entre Puerto Rico y St. Thomas, Culebra es diminuto, con diez kilómetros de largo, cinco kilómetros de ancho, hogar de unos 2 mil residentes que espera ser inmortalizado en una canción de Jimmy Buffet. Como ustedes tal vez recordarán, Jimmy Buffet escribió "Margaritaville". Culebra me recuerda más a Isla Mujeres.

Podríamos describir a Culebra como una aventura blanda, que hace guiños a los aspirantes a vagabundo que de todos modos desean un mínimo de comodidades. Uno aprende a esperar lo inesperado. Nuestra llegada se retrasó cuando, después de nuestro despegue, el piloto decidió regresar en busca de un avión con motores más confiables. El auto que nos tenían reservado en Culebra podría haber sido un maltratado microbús desechado como chatarra en Iztapalapa, pero nos llevó por toda la isla.

Al estar cerrado el comedor del Club Seabourne para la comida, encontramos como única opción el Hardluck Café en Dewey, la solitaria ciudad de la isla. Después, la cena en el Seabourne fue algo que valió la pena esperar. Se sirven platos exquisitos en un entorno de club a huéspedes que se consideran viajeros, no turistas.

A la mañana siguiente, Jody Reeser nos llevó a nadar con esnórquel por encima de espléndidos arrecifes coralinos, jalándonos detrás de su barca, de dos en dos, con algo que él llamaba Sea Sleds (trineos del mar). Los Sea Sleds, trozos de madera configurados en forma de pentágono, son inventos del propio Reeser y hacen el acto de nadar con esnórquel más divertido que el buceo con scuba. Antiguo capitán de remolcadores oceánicos, Jody Reeser encaja en la personalidad de un tipo tropical, uno de los muchos que han hallado su hogar en la mágica Culebra. Ninguno de nosotros quería marcharse.

En nuestro caso, en cambio, la mañana amaneció cuando era hora de regresar a la isla grande y descubrir qué otras alegrías hay fuera de San Juan. Explorar las carreteras de Puerto Rico es una aventura por sí misma. Por el camino, donde las distancias se señalan en kilómetros pero la velocidad límite está fijada en...

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