Viajando Ligero/ Resistiendo a la tentación

AutorJim Budd

Hace unas semanas hablábamos de cómo se organizó en Tecate, Baja California, el original spa mundial de salud. En la vecina ciudad de Tijuana, más o menos por esas fechas, Alex Cardini (creo que se llamaba Alex) preparaba la primera ensalada Caesar, nombre tomado del Hotel Caesar, cuyo chef era Cardini. Y también fue en una cantina de Tijuana donde un barman mezcló un cóctel a base de tequila, al cual le dio el nombre de una bailarina de Brooklyn, Margarita Carmen Cansino. Tanto la bebida como la bailarina se hicieron famosas, la segunda con el nombre de Rita Hayworth.

México también obsequió al mundo el minibar. Por lo menos eso me han contado.

Fue una tentación difícil de resistir.

Pero ocurrió lo que suele suceder cuando se intenta introducir una novedad: al innovador le dan la espalda, y las puertas se le cierran.

A los gerentes de hotel no les impresionó el concepto. Darnos cuenta de eso en la actualidad resulta asombroso, si pensamos en la extensa fuente de utilidades constituida por los minibares, pero al ser ofrecidos por primera vez, fueron pocos los ejecutivos de la industria de la hospitalidad que los quisieron.

"Nuestros huéspedes se pueden servir bebidas en la habitación, no bajarán a nuestro salón de cocteles ", afirmaba Ulrich Schwartz, director de mercadeo del grupo hotelero Camino Real en la década de los 70. Además se oponía a instalar televisores en las habitaciones por la misma razón. "Si no pueden pasarse sin el trago, que llamen al servicio a las habitaciones ".

Schwarz y sus colegas acabaron por ceder cuando los fabricantes de licores ofrecieron surtir los minibares en forma gratuita. Sólo pedían que no se permitieran marcas de la competencia. Se pretendía ofrecer al viajero la muestra real de un producto. Se abrigaba la esperanza de que le gustaría y empezaría a pedirlo en los verdaderos bares.

El hotel, a cambio, podía cobrar lo que se le antojara.

Ahora bien, como el hotel no pagaba nada, los hombres de ServiBar confiaban que ese cobro sería moderado.

Qué equivocados estaban.

Los posaderos a afirmaban que no eran voraces. Era sencillamente que por cerveza o champaña adquiridos en la habitación del huésped no podían cobrar menos de lo cobrado en el lobby bar.

Ante tal estado de cosas, al poco tiempo los proveedores dejaron de surtir gratuitamente licores en el minibar. A su vez, los hoteleros empezaron a abastecerse de productos de la competencia. Según ciertos huéspedes, se notaba la diferencia entre Sol y Corona...

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