Su vicio: Los hombres

AutorEvlyn Cervantes

Cuando un hombre ingresa por primera vez a este consultorio, se entera que fue enviado aquí porque la calidad de su semen está alterada y antes de que lluevan las preguntas, la doctora Mirna Guadalupe Echavarría Sánchez alista su pizarrón, ése que tiene a propósito junto a ella.

En cuestión de segundos pasa de doctora a su faceta de maestra para enseñarle a su paciente los cinco exámenes a los que será sometido: análisis seminal, perfil hormonal, ultrasonido testicular, perfil metabólico y espermocultivo.

Le explica que el espermatozoide tiene que tener una forma especial en la cabeza para penetrar al óvulo y si no la tiene, no hay embarazo. El 80 por ciento de la consulta médica que ella ofrece es precisamente para tratar problemas de infertilidad masculina.

Enseguida, le cuenta a su paciente que está ahí porque tuvo una alteración seminal. La doctora le anuncia que es responsabilidad de ella encontrar por qué sus espermatozoides tienen esa condición.

Luego vienen 40 minutos de interrogatorio. Le explica que le va a hacer una serie de preguntas que van a rayar en la indiscreción porque el sexo y la reproducción van juntos, que todas son hechas con el debido respeto, que si le causa curiosidad saber por qué le pregunta algo, entonces la puede interrumpir y ella le explica.

Concluido el interrogatorio, lo invita a pasar a la sala de exploración y a desvestirse por completo. En ese momento, ella contempla la cara de sorpresa que, asegura, invariablemente aparece en el hombre.

"Los hombres están acostumbrados a quitarse la ropa solo para bañarse o para tener sexo, nunca para ir al doctor", afirma la doctora.

A la sorpresa, le sigue la pena del paciente en turno de tener que ser explorado por manos femeninas.

"Trato de crearles un ambiente de broma y al mismo tiempo los voy relajando. Cuando les mido los testículos bromeo: 'vas a entrar a la competencia de si eres el hombre más huevón'; cuando les reviso las piernas les digo: 'a ver si ganas el concurso del millón de varices que ya se te ven', o si les tengo que hacer el tacto de próstata: 'no tengo uñas pero si quieres ahorita me pongo la postiza de bruja'. Ya que se visten y salen de la revisión, les muestro otra vez el pizarrón", comparte.

En el Instituto Nacional de Perinatología (INPer), cuya especialidad es la salud de la mujer y el recién nacido, el consultorio de la doctora Mirna es muy peculiar porque es el único que ofrece consulta médica exclusivamente a los hombres.

"A mí los hombres me apasionan. Yo siempre digo que tengo tres vicios: los hombres, el café y mi hija", confiesa.

Unos 150 varones llegan a este consultorio cada mes para recibir atención en salud sexual basada en la Andrología, rama de la medicina que se ocupa de las enfermedades de los órganos reproductores masculinos, en particular de la infertilidad y las disfunciones sexuales.

Mientras el resto de sus colegas están ocupados en la atención médica de las mujeres y los bebés, ella va y viene por el Instituto abriendo espacios para atender la salud de los hombres.

De modo que es frecuente que la doctora ande cachando el espacio que hay entre un ciclo y otro de reproducción asistida para poder operar a un hombre en la misma sala donde se atiende a una mujer embarazada, ya que el Instituto no cuenta con un quirófano exclusivo para ellos, lo que ella considera como una limitante y por este motivo, únicamente puede operar entre cinco y diez varones cada año.

También es frecuente que tenga que andar llamando a sus colegas del INPer para que le busquen los resultados de los exámenes seminales de un paciente que, en vez de integrarlos a su expediente para darle personalidad médica al varón, alguien prefirió adherirlos al de su esposa.

"No hemos logrado que la información fluya en los expedientes de los señores, tengo que andar rescatando del expediente de las señoras mis resultados del laboratorio o algunas notas médicas. Ayer, por ejemplo, tuvimos un paciente que fue a genética y el señor me dijo: sí fui, sí fui, pero yo le decía no señor, no...

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