Como en el Viejo Oeste

AutorDebbie Pappyn

Es Europa, pero no la Europa que todos conocen. En la diminuta isla de Lanzarote, en las Islas Canarias, uno piensa y siente que está en un mundo muy diferente.

Un mundo que definitivamente me encanta: paisajes volcánicos trágicos y vacíos, la ocasional aldea blanca como acento de civilización humana, y cactus, plantas de sábila y palmeras como evidencia de que existe vida en este entorno agreste.

Y no hay que olvidar ese encantador ambiente típico de una isla. En Lanzarote es fácil: sólo hay que mantenerse alejado del puñado de enclaves turísticos a lo largo de la costa para descubrir rápidamente una de las islas europeas más hermosas que existen.

Mis lugares favoritos son los poblados al Norte y Oeste de la isla. Sigue la pintoresca carretera desde Teguise, la capital ancestral de Lanzarote, hasta la costa.

Al final del camino se oculta la excéntrica aldea pesquera de Caleta de Famara. Gracias a una corriente marina especial, fuertes vientos y olas extremas, este lugar es preferido de surfistas y expertos en viento.

En la playa siempre encontrarás a aficionados a los deportes que le hacen frente a cualquier tipo de clima. Constantemente están ahí, como parte del paisaje natural. Y frecuentemente puede verse a los surfistas dejando atrás a alguna chica sexy que observa desde la playa las acrobacias de su amado.

La aldea de Famara en sí parece haber sido sacada de una película del Viejo Oeste, con toda esa arena en las calles e hileras de casas pintadas de blanco.

Los bares coloridos en esta calle arenosa, como El Chiringuito de Famara, son un punto tradicional de reunión para los valientes aficionados al kitesurfing y la gente de la localidad. Por ahí pasan algunos perros callejeros...

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