Visión Mundial / De globalización y provincialismo

AutorGabriel Guerra Castellanos

Hace unos días tuve la oportunidad de participar en un par de mesas sobre el tema en el marco de Espacio 2004, en la de por sí globalizada ciudad de Monterrey. A este foro acudieron personalidades grandes y pequeñas, objetivas y modestas unas, otras no tanto, para discutir y analizar los asuntos más diversos, entre ellos el que hoy me ocupa.

Dos fueron los puntos que más me llamaron la atención: por un lado el de las perspectivas de diálogo entre las instituciones de la globalización (lease las globalifílicas de las globalifílicas, el FMI, Banco Mundial y otras) y las ahora llamadas -más elegante y menos despectivamente- altermundistas. Por otra parte está el debate acerca del cómo frenar o acelerar este proceso que a tantos preocupa y que tan pocos parecen entender plenamente.

Las posibilidades de diálogo, de entendimiento entre quienes lo propugnan y quienes lo impugnan parecen destinadas al fracaso mientras mantengamos la visión parroquial, provinciana, de algo que más que representar un fenómeno de la modernidad es claramente un reflejo de la historia de la humanidad.

No soy, ni con mucho, de los que Ernesto Zedillo llamaba globalifóbicos, ni tampoco me cuento entre los campeones de la integración mundial que tanto le agradaban. Por el contrario, más que tomar partido me llama la atención la manera en que, desde los días aciagos de Seattle, e incluso antes -cuando el debate en México, Estados Unidos y Canadá acerca del Tratado de Libre Comercio- pareciera que estamos atrapados en una burbuja que contiene todos los prejuicios, simplismos y sofismas de las partes.

Como pasa el tiempo, y que poco cambian las cosas. El gran debate del siglo pasado sigue vigente, o cuando menos pendiente. Globalizar o no, esa es la hamletiana interrogante que muchos se plantean, tal vez como respuesta a una por demás confusa e intensa década pasada, en que parecia por momentos -así lo quisieron ver algunos-, como si una serie de valores políticos, económicos, sociales y éticos estuvieran destinados a imponerse.

Entre quienes festejaban por anticipado se encuentra el hoy ya menos célebre Frances Fukuyama, cuya tesis acerca del "Fin de la Historia" levantó más de una ceja de escepticismo entre quienes consideraban -con razón, como vemos hoy- que era prematuro cantar la victoria del triunfo de los así llamados valores occidentales.

Algo más de visión tuvo, en ese tan lejano entonces, Samuel Huntington, quien en su Choque de Civilizaciones se imaginó correcta...

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