Visión Mundial / Palestina en Tecnicolor

AutorGabriel Guerra Castellanos

Se ha dicho y escrito ya mucho acerca de Arafat.

El para algunos estadista y padre del nacionalismo palestino es para otros un terrorista, manipulador, oportunista. Las escenas de su funeral son elocuentes: caos, dolor, rabia, frustración, disparos al aire... Aún en su muerte, Arafat conjuga las imágenes de la violencia y la política.

Arafat dejó profundas huellas -unas positivas, otras negativas- en el mundo, y esa complejidad se demuestra de nuevo en las reacciones: Chirac le rindió honores a quien consideró su homólogo, mientras que Sharon ni siquiera se refirió a él por su nombre. Alguna casualidad ha querido que esta omisión se repita: en su conferencia de prensa conjunta en Washington, ni Bush ni Blair lo mencionaron.

Ahora comienza el jaloneo para definir al sucesor. Es mucho lo que está en juego, y son muchos y variados los protagonistas, delante y detrás de las bambalinas.

Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña desean que un sucesor moderado sea el ganador de las elecciones programadas para el 9 de enero. No está claro si lo primordial es el mecanismo o el resultado, pero tanto Bush como Blair han enfatizado reiteradamente la importancia del proceso democrático.

Israel obviamente prefiere el resultado antes que el método. Después de arrinconar física y políticamente a Arafat, y de convencer a Bush de hacer lo mismo, el gobierno de Sharon anhela una contradicción: un líder suficientemente fuerte como para que pueda hacer la paz, pero no tanto como para imponerle condiciones a Israel. No será fácil combinar esas características.

La estrella de Arafat estaba en declive desde su desafortunada decisión de apoyar a Saddam Hussein en la invasión a Kuwait, allá en 1990. Una década después en el 2000, dejó pasar la oportunidad histórica de un acuerdo con el entonces Primer Ministro israelí, Ehud Barak, y muchos lo vieron como una reliquia, un hombre anquilosado, casado con su liderazgo de una causa que él mismo volvía imposible.

No fue sino hasta finales del 2001, ya en plena efervescencia el levantamiento palestino y los ataques terroristas, cuando el gobierno de Sharon públicamente lo declaró "irrelevante", moción secundada por Bush. Poco después, incursiones militares israelíes confinaron a Arafat a su complejo de oficinas en Ramala, lugar que sólo abandonó para dirigirse a su última agonía en París.

Y fue precisamente esa acción, la del encierro, que devolvió al perpetuo dirigente palestino a sus viejas glorias. Difícil en esas...

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