Vivir la experiencia del arte

AutorEnrique Portilla Fuentes

Probablemente, en la actualidad, el término más parecido a industria cultural, en su acepción original, sea aquel de globalización, por su investidura ideológica, por su capacidad de transformar las representaciones culturales y por su manifiesta aptitud para homogeneizar comportamientos. "La tendencia social objetiva de una época se encarna en las condiciones subjetivas de los dirigentes supremos", dice Adorno. Por ello, si el arte es un ejercicio de libertad, el autor de facto se construye a sí mismo y ofrece una posibilidad a su receptor de construirse también en ese proceso.

"Lo que caracteriza a la industria cultural es la adopción de la 'línea de montaje', de la 'producción en serie' como principio productivo de bienes hechos para atender necesidades promedio -reales o inducidas- de un consumidor igualmente promedio que, obviamente, por esa condición estadística, es un consumidor ficticio que no encuentra personificación en ningún consumidor real, así como los productos generados para él no atienden enteramente a ninguna necesidad real de ninguna persona real". Así define Teixeira Coelho, director del Museo de Arte Contemporáneo de Sao Paulo, el fenómeno de la cultura industrializada (El Ángel, 19/08/2001).

Los conceptos vertidos por el crítico brasileño reafirman con claridad lo que Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno previera medio siglo antes. En el transcurso de estos 56 años, diferentes generaciones han continuado utilizando los conceptos de Adorno. Pocas disciplinas de las ciencias sociales pueden obviarlo y los tirajes de sus obras son tan numerosos como sus traducciones.

El núcleo de Frankfurt

En 1931, Max Horkheimer dirigía el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt, y es la labor intelectual de esos años de entreguerras, apoyada en pensadores como Kant y Freud, la que trae las hipótesis que serían luego la base de toda una teoría crítica de la cultura en Occidente.

El filósofo Jürgen Habermas, quien trabajó junto a Adorno en dicho instituto, refirió hace poco tiempo, que en la década de los 50 no había en Alemania un lugar en el que estuviera tan presente el mundo intelectual de los años 20. En efecto, el peso y la densidad de los críticos que se daban cita y formaban parte cotidiana de ese Instituto es impresionante: Benjamin, Scholem, Brecht, Lukács, Thomas Mann, Alban Berg, Arnold Schönberg o Fritz Lang, entre otros. Herbert Marcusse y Erich Fromm habían decidido establecerse en Estados Unidos, pero siguieron en contacto con la comunidad intelectual de la que antes también formaban parte.

Habermas...

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