De Vuelta al Ruedo / La magia del Bolshoi

AutorMartha Figueroa

Llega un momento en la vida de toda persona frívola en el que por muy ligera que quiera ser, por mucho que se encuentre un calendario de Niurka y Bobby desnudos con pupilentes o imágenes de Alejandra Guzmán gateando entre las rodillas de los reporteros para no contestar si tiene novio, esa persona necesita una "experiencia profunda". Algo más ilustrativo que traiga a nuestras superfluas vidas un poco de cultura.

Cuando tuve que decidir entre ver a la Guzmán convertirse en Lucero -imaginen lo tremendo de la mutación- y ver al ballet Bolshoi, salí corriendo en busca de mi dosis de ballet del año. Y no es que las mutaciones no me parezcan interesantes, pero preferí vivir tres horas como en un cuento de hadas que aguantar la triste realidad de otra cantante famosa que se vuelve loca.

Raymonda, la segunda producción que presenta el Ballet Bolshoi en el Auditorio Nacional, narra la historia de la sobrina de la condesa Sybille de Doris, su prometido Jean de Brienne y un caballero oriental espectacular llamado Abderakhman, que llega a hacer mal tercio.

No me acuerdo cuando fue la última vez que fui al ballet, pero mi hijo Alex y Marisol (su amiguita a quien recién bautizamos como "Mary Boquitas") ya recuerdan perfecto que su primer encuentro con bailarines profesionales fue en la compañía del famoso Teatro Bolshoi, con todo y orquesta.

Así, los tres "primerizos" disfrutamos como no tienen idea de una historia que en la vida real se repite todos los días, los triángulos amorosos, pero presentado a manera de cuento, un poco surrealista, pero con una gran producción y final de "y vivieron siempre felices".

Aunque no sé quiénes estaban más impresionados, los niños o la señora que estaba detrás de mí y que al parecer era la más ilusionada entre los asistentes. No paró de decir cosas como: "ay, pero qué vestuario tan lindo; pero mira qué bonitas bailarinas, parecen muñequitas; ¿ya viste al príncipe?, está guapísimo, yo creo que en mi otra vida fui oriental".

Eso es lo que tiene el ballet, es alucinante. Con eso de que transporta, en este caso a la época de las cruzadas, yo también estaba a punto de sentirme una más del cuerpo dancístico cuando mi hijo me soltó un impactante: "qué padre bailan y ¡tan viejitos!".

Eso fue lo que más le llamó la atención a los niños, aparte de la orquesta rusa que es una maravilla, sobre todo el hombre que...

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