¡Es Puma! / El generalizado atropello

AutorGermán Dehesa

Delitos, faltas de ética, cacicazgos, atropellos, cobardías, acusaciones en falso, espionaje telefónico e irresponsabilidad generalizada. Podríamos estar hablando de la política nacional y de casos como el de la Profesora Gordillo; pero no, de lo que estamos hablando es del triste espectáculo que, con el alto patrocinio de la Federación Mexicana de Futbol, nos han dado en los últimos días los árbitros mexicanos. Todo comenzó con una nota periodística (hasta la fecha ni negada, ni confirmada) donde Felipe Ramos Rizo era acusado de haber recibido dinero por sesgar un arbitraje a favor de los Jaguares de Chiapas. Ahí comenzó el herradero. Luego se supo que la daga no iba por ahí, sino que, en una más de sus infinitas y sórdidas maromas, Edgardo Codesal, ese ginecólogo uruguayo que vino a bendecir nuestro futbol, estaba urgido de venganza contra Ramos Rizo, excelente árbitro por otra parte, y por eso comenzó todo el meneo. Conforme pasaron los días, mágicamente aparecieron los estados de cuenta bancarios de Ramos Rizo y las grabaciones de varios telefonemas del mismo chivo expiatorio. Por supuesto que el contenido de estos telefonemas no es del conocimiento general y, según dicen, sólo lo han escuchado algunos personajes de muy alto nivel en nuestra mafia futbolística. Se cuenta que, según los telefonemas, Ramos Rizo planeaba en compañía de varios silbantes más darle un golpe de estado a Edgardo Páramo Codesal, dueño omnipotente e indiscutido de todos los silbatos de la región. Este, como buen chisme tenochca, crecía día con día y, si le hubieran dado tiempo, se hubiera convertido en una conspiración para atentar contra la vida de Bush.

Lo que ocurrió fue que apareció Codesal con su carita de asesino sonriente y dijo que no pasaba nada importante, que por razones que nunca aclaró muy bien, Ramos Rizo sería castigado dos meses sin arbitrar, sin postre y sin ver tele ni jugar Nintendo y que ya con eso quedaba todo solucionado y la felicidad volvía a reinar. Por su parte, Ramos Rizo ha desempeñado el papel más ridículo en todo este sainete. Al principio se dio por gravemente ofendido y declaró con toda justeza que ningún particular tenía por qué andar metiendo las narices en sus cuentas bancarias y que tampoco nadie tenía derecho a interceptar su teléfono. Todo esto sonaba muy correcto y muy justo. Ramos Rizo hizo todavía más: demostró que ese dinero que había ingresado a su cuenta era el producto de la venta de una propiedad y no el resultado de...

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