Froylán M. López Narváez / Más disputas

AutorFroylán M. López Narváez

Una de las consecuencias primeras de los comicios del domingo reciente es la premura muy ansiosa por anticipar alianzas y estrategias para las elecciones federales del 2012 y la del año próximo en el estado de México. Por más que los políticos en ejercicio sean inmediatistas, el futurismo les acosa.

Los delirios del poder fuerzan a pensar en el después, en el mañana. Los resultados del confuso pragmatismo que conllevó a alianzas electorales y electoreras, la ganancia de oposición local en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, sobresalientemente, ha entusiasmado a los que tramaron con eficacia echarles montón a las satrapías vetustas de esos vejados territorios.

Oaxaca tierra de aferrados al poder, Benito Juárez y Porfirio Díaz precursores, ha logrado, por lo menos en votaciones, sacudirse aparentemente a quienes, en el sexenio actual, impusieron férula que propiciaron asesinatos, secuestros, asaltos, tropelías y encarcelamientos injustificados y crueles. El gobernante electo, Gabino Cué, apto para usar casaca de cualquier color y bandería, entenado de Elba Esther Gordillo y Diódoro Carrasco, ha dicho que no es hombre de rencores. Está bien, pero se le reclama que sea justiciero, no cómplice ni cobarde.

Manteniendo su ascendencia para sujetar gente bajo feligresía formal, el PRI rebaja su eminencia y presunto control de gobernados. Reforma puntualiza que administrará el decaído partido a 51% de los ciudadanos del país. En 20 años se le escaparon la mitad.

Sin descanso, en vísperas de elecciones, los contendientes se acusaron de fraudes, ilegalidades tradicionales y nuevas, y cuanta maldad política se ejerce y acostumbra desde siempre, por más que haya paliativos y certificaciones correctivas. Alianza Cívica, una de las agrupaciones para vigilar políticos y comicios, dijo el lunes que se había mantenido en grande el desacato a las legislaciones lectorales y a las denuncias apartidarias.

Los amedrentados abstencionistas, por decepción o temores, permearon los actos e inacciones electorales. Chihuahua y Tamaulipas evidencian la fortaleza de la locura narca; lo mismo que la corrupción, y los cacicazgos. El nepotismo político tamaulipeco se propuso e impuso en estado de emergencia.

Los candidatos todos se dedicaron a proponer ambigüedades viejas e irreclamables en especie. En pueblos y ciudades los aspirantes ambiciosos aludían a problemas focales, no señalaban sus causantes directos, con nombres...

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