La última tentación de mamá

AutorDiana Lucía Álvarez

Nunca imaginé que fuese tan angustiante escoger en qué escuela estudiará mi hija... la preprimaria. Nada más hay que sentarse a escuchar las macabras historias sobre traumas, comparaciones, sistemas que rechazan a los niños.

Hay que aclarar que el proceso fue más complejo porque somos del norte de la ciudad y ahora vivimos en el sur, estábamos a ciegas y teníamos que ir paso a pasito: primero la lectura de revistas e internet y revisión de las páginas de las escuelas, luego las entrevistas con amigos, vecinos, compañeros de trabajo y todo aquel que se dejase preguntar.

Cuando concluimos la primera etapa, de 13 escuelas, teníamos una lista de seis con reconocido nivel académico. Luego quedaron tres porque ofrecían educación bilingüe en inglés.

De éstas, borramos una famosísima escuela porque al entrar te asustan los malencarados guardaespaldas, el sistema es excesivamente rígido y existen pocas actividades artísticas.

Quedaron dos y decidimos ir primero a la más cercana; conseguimos recomendaciones de amigos que tienen a sus hijos ahí, pero íbamos preocupados porque nos dijeron que estaba de moda y que era imposible entrar... tal vez por eso me empeñé, con más ímpetu, en que Alú ingresará.

Pero empezaron a aparecer ciertas señales: una amiga que vive en Madrid, al hablar de la escuela, no dejó que termináramos y nos apostó que adivinaría cuál era, y lo hizo. Nos explicó que estaba de moda porque había el mito de que si querías que tus hijos pertenecieran a la "élite" política de la próxima generación debían estar ahí.

La segunda alerta fue durante la entrevista con la directora. La mujer nos dio a entender que la niña entraría para septiembre y que de la más pequeña ni nos preocupáramos, por ser la hermanita tendría un pase para el siguiente ciclo. Nos anotó en su lista y nos pidió que le llamáramos dos semanas después. Al salir nos miramos Alfredo y yo consternados. Todo había sido muy fácil.

Finalmente, asistí a una junta general de información. Éramos como 30 papás, quienes luego de escuchar a la directora se le fueron a la yugular: "¿Es cierto que hay lista de espera?¿Cuánto tengo que esperar, dónde me anoto?". Nadie preguntó más, excepto una mujer extranjera que buscaba una escuela bicultural y no bilingüe. Al final, la funcionaria escolar, con un dejo de satisfacción nos dijo que nos anotáramos, que lo último que se pierde es la esperanza... ante lo cual algunos papás se retiraron molestos.

Terminó todo y, por costumbre, me quedé por...

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