¿ Te acordás, Juan?

AutorGraciela Azcárate

Andar con las rodillas desnudas

por un campo de vidrios rotos

Andar con el alma desnuda

por un campo de compañeros rotos.

Juan Gelman

¿Te acordás, Juan? Fue en la primavera de 1982. Vivíamos en Managua, a 16 kilómetros de una ciudad sin ciudad, entre cafetales, lagos y volcanes. Vivíamos en la quinta que bautizamos El Bulín y fue un tiempo corto pero feliz, donde entre los tres tejimos una amistad de raro fulgor.

Nos conocimos en un encuentro de intelectuales en solidaridad con los pueblos de América y nos convertimos, vos, El Tano y yo en amigos inseparables.

Habías recalado como periodista para trabajar en la agencia de noticias Nueva Nicaragua. Junto a Carmen, tu compañera se mudaron buscando en esa tierra de volcanes, la paz para sus recién cumplidos cincuenta años. Para encontrar la paz que no les había dado ni Madrid, ni Roma.

Pero estábamos marcados Juan.

El exilio no perdona. Y si a vos la militancia te mató primero a Ariel, después a tu nuera, tu nieto y acabó con Haroldo, Rodolfo, Paco, Jote, Diana... a mi el destierro me mató al compañero y una cierta reserva de fe, que fui perdiendo en el camino.

Sin embargo... ¿te acordás, Juan?

Fuimos felices, de una extraña manera, por corto tiempo y tal vez sin quererlo.

No sé porque te recuerdo ahora y tampoco sé porqué me lo estoy contando. Tal vez haga falta saltar la realidad, reinventarla, ponerse a llorar a gritos, echar la pena afuera.

Esta pena que no amaina aún después de 20 años.

No hemos parado de sufrir.

¿Porqué no pudimos haber tenido un destino mejor?

¿Qué mal hicimos, los de mi generación y la tuya, para que esta catástrofe nos arrasara como malón?

¿Te acordás, Juan?

Fuimos felices un corto tiempo, el tiempo exacto de Managua y de la amistad reencontrada cuando ya se había secado la esperanza.

Será tal vez, que leo en la Revista de Casa de Las Américas, el testimonio de José Saramago y su encuentro con Laura Bonaparte, en la Plaza de Mayo.

Laura le escribió en su pañuelo blanco la lista de todos sus hijos e hijas incluido su marido barrido por la horda asesina

¿Te acordás, Juan?

Volvías todos las tardes de tu trabajo en la agencia y nos sentábamos en mi taller, te cebaba mate y me recitabas bajito:

Derrota

yo te voy a matar

nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez

vivo o muerto

un rostro amado

hasta que mueras

dolida como estás

yo lo sé

te voy a matar

derrota

yo te voy a matar

¿Te acordás, Juan?

De todas las tardes de aquella primavera del 82, cuando llegabas...

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