¿Dónde está el cambio?

AutorEmilio Rabasa Gamboa

Después de las elecciones presidenciales del 2 de julio del 2000, los mexicanos pudimos afirmar, parafraseando a Shakespeare que: "el invierno de nuestra desventura autoritaria se transformaba en un glorioso estío por el sol de la alternancia pacífica" (Ricardo III). Había pasado casi un siglo desde que Madero luchó por subir a México en el vagón de la democracia y el golpe de Huerta lo hizo fracasar. El país estaba contento por la primera transición pacífica de un partido a otro, para ocupar la silla presidencial. El ciudadano común gozaba ese placer único que provoca el voto efectivo para quitar y poner gobiernos, en nuestro caso en Los Pinos

Lamentablemente, a poco más de dos años, ese gozo está cayendo en el pozo de la frustración. ¿Democracia para qué, si no se resuelven los graves problemas nacionales?

Una economía que no logra repuntar acrecienta la pobreza, el pavoroso desempleo, la migración al norte, la venta de empresas mexicanas y la inseguridad pública, esto es, el círculo de la incertidumbre. El tráfico vehicular en las grandes urbes, la contaminación y la corrupción se mantienen sin un control efectivo. La lista de problemas sin solución parece interminable, entonces ¿democracia para qué?

La pregunta no implica desde luego, una añoranza por el pasado autoritario, así lo confirman las encuestas, pero sí una desilusión pues el gran cambio por el que tantos votaron, no se ve y no se siente. La impaciencia empieza a manifestarse y no han faltado quienes ya decidieron actuar por su propia cuenta.

El ciudadano se irrita aún más cuando percibe que los partidos políticos, sobre todo dentro del Congreso, no han entendido el funcionamiento adecuado de un gobierno dividido entre el Ejecutivo del PAN y un Legislativo plural.

El propósito no es caer en el estancamiento político, sino propiciar el enriquecimiento del consenso con una variedad de propuestas de distinto signo político que acabe con la hegemonía de un solo grupo. Oponerse por oponerse y evitar que las propuestas gubernamentales se conviertan en políticas públicas, es una lectura equívoca de los resultados electorales del 2000.

Así, la reforma fiscal termina en miscelánea, la reforma del Estado en múltiples mesas de diálogo, la reforma eléctrica no se sabe en qué. Vaya, ni siquiera ha sido posible iniciar la construcción de un nuevo aeropuerto que resuelva la ya crónica saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

¿Dónde está el cambio que prometió la democracia? El gobierno lo transfiere de los hechos al discurso con lo que insiste en hacer de la virtualidad mediática la realidad de la República. Lo que dice pretende así sustituir a lo que es, ante la incompetencia por transformar una realidad que a todos disgusta.

Esta situación nos está conduciendo a una crisis de identidad similar a la que padecieron los...

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