¿Todos somos candidatos?

AutorFernando de Ita

En 1915, el periodista y autor dramático Carlos Barrera, le escribió desde París a su colega Procopio Terrazas las siguientes líneas: "Hay un lugar en el que los tiranos son derrotados por los esclavos, y la justicia impera por encima de los intereses bastardos de la burguesía; ese lugar sólo puede ser, por ahora, un lugar imaginario: es la República del Teatro".

Impera por encima de los intereses bastardos de la burguesía; ese lugar sólo puede ser, por ahora, un lugar imaginario: es la República del Teatro".

En 1916, cuando se publicó su obra Tierra y libertad, Ricardo Flores Magón le dijo a su hermano Enrique: "Yo no soy escritor de dramas, pero al escribir esta obra, tuve la sensación de haber fundado la República Libre y Soberana de los Oprimidos de México".

Desde 1931, cuando escribió El apóstol, Rodolfo Usigli comenzó a elaborar la idea de que un país define su identidad nacional en los textos dramáticos de sus autores, y en los años 30 y 40 desarrolló la noción de una República del Teatro que sólo existió en su imaginación, porque cuando el Presidente Luis Echeverría le dio, en los años 70, la potestad de llevar a cabo su idea, ya era un viejo amargo, y cedió a Luis G. Basurto el presupuesto de un teatro popular que estuvo lejos de fundar, ya no digamos una república, ni siquiera una ínsula, como la de Sancho Panza.

Yo mismo dirigí, al inicio de los 90 -¿hay que decir, del Siglo 20?-, un programa nacional de teatro con la pretensión de unificar nuestra geografía dramática, y lo más que conseguí fue algunos buenos amigos en los cuatro puntos cardinales de esa república inédita.

Hace un par de años, Mario Espinosa, coordinador de teatro del INBA, retomó la idea de la nación teatral, y al darse cuenta, pienso yo, del tamaño de la empresa, le quitó la pretensión mesiánica y definió: "¿Qué quiere decir Nación teatral? Tener conocimiento sobre el teatro que se hace, lo que hacen los demás y que los demás conozcan lo que yo hago; aprender. Porque el teatro sigue siendo como un compartimento estanco, donde los creadores son seres que en su cocina descubren recetas secretas y no las comparten con nadie. Es importantísimo, porque aunque el teatro no es ciencia, implica conocimiento científico, implica saber, un saber que requiere ser compartido socialmente".

Apenas ayer, compartí con Marisa Giménez Cacho una conversación con Luz Emilia Aguilar Zinzer, que forma parte de una serie de reflexiones provocadas por Otto Minera para dejar en claro...

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