¿Para qué son los debates?

AutorMiguel Angel Valverde Loya

Los debates se han convertido en un componente importante de los procesos electorales contemporáneos. Es generalmente aceptado que contribuyen a la democracia, al ofrecer la posibilidad de un foro para contrastar y evaluar las distintas posiciones de los candidatos, y permitir la adquisición de información política relevante por parte de los electores.

Por otro lado, se ha argumentado que los debates presidenciales por televisión sólo en raras ocasiones modifican la intención del voto de ciudadanos con preferencias ya definidas. Sin embargo, varios estudios han encontrado que sí hay cambios sensibles entre los votantes indecisos. El porcentaje de éstos se calcula entre 10 y 15 por ciento en cualquier elección "normal" en Estados Unidos, más que suficiente para decidir una contienda. Es a este segmento a quien va dirigida el grueso de la publicidad política, incluidos los debates.

La decisión de participar o no en un debate es crítica para un candidato. En términos generales, estos ejercicios tienden a favorecer a los más débiles, quienes ocupan los últimos lugares en los sondeos de opinión. Esto debido a que los colocan "a la misma altura" que a los candidatos más fuertes. Reciben atención nacional en los medios y la oportunidad de "medirse" con quienes llevan la delantera (de verse "presidenciables") y todo ello además gratis o con un costo financiero dividido.

En pocas palabras, tienen poco que perder y mucho que ganar. Con tan solo presentar una imagen de seriedad o integridad, la inversión reditúa. Es así como, según varias encuestas, fue Humberto Roque Villanueva quien más avanzó su posición relativa, tras el debate de los precandidatos del PRI a la Presidencia de la República en septiembre del año pasado. La cuestión es, por supuesto, a costa de quien se logra esta mejora.

Los candidatos que encabezan las preferencias del público suelen correr un mayor riesgo, ya que pueden volverse blanco de ataques y encontrarse a la defensiva, o bien cometer algún error que los muestre vulnerables o irascibles. Pero es sumamente difícil negarse a debatir, sobre todo cuando se promueven expectativas al respecto entre el electorado. Quien se encuentre en esta situación debe buscar limitar el número de debates al mínimo posible y negociar un formato que lo proteja.

Los líderes de la carrera presidencial deben también procurar que los debates no se lleven a cabo en fechas muy cercanas a las elecciones, pues su efecto sobre la intención del voto es...

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