Xicoténcatl, Tamaulipas: Cañaverales en flor

AutorMaryell Ortiz de Zárate y Ricardo Diazmuñoz

La gente de Xicoténcatl es soñadora y se place en conservar el ambiente pueblerino de su terruño; es muy fresca y amistosa, poco peleonera; disfruta de la vida, de las flores, de la convivencia; rechaza el uso de tantos fungicidas y condena la deforestación excesiva e irresponsable porque ha propiciado que muchas especies de aves emigren a otros ambientes que les ofrezcan más seguridad.

Antes había muchas calandrias, zenzontles y pájaros carpinteros, nos dice el escritor Antonio Delgado varias veces galardonado por su destacada obra literaria, hijo predilecto del lugar, y amigo nuestro desde hace casi tres décadas. Hacemos intentos por imaginar cómo sería ese antes, ya que aún hay demasiadas aves matizando cielos, rinconadas, paseos, arboledas, cañaverales.

El río Guayalejo cruza la población con la parsimonia de un viejo sabio. Antonio comenta que la corriente fluvial debe su nombre a la descomposición de la palabra agua vinculada a otras. En épocas del virreinato, muchas familias tlaxcaltecas fueron enviadas a diversas regiones norteñas para poblar sus páramos, valles y montañas. Los que llegaron a esta comarca y más o menos hablaban español dijeron, al divisar el agua: "gua allá lejos". Eso cuentan las ancianas voces, aquellas que se nutren de leyendas. La antigua Villa de Escandón, fundada el 15 de marzo de 1751, cambió de nombre por decreto en 1828 para honrar al héroe tlaxcalteca Felipe Santiago Xicoténcatl.

Otra característica de sus habitantes es la gentileza, el viajero siempre encontrará quien lo lleve a conocer la ciudad o lo acompañe a las haciendas de San Gabriel y La Piedra construidas en el Siglo 19. La primera aún se dedica a la siembra y elaboración de productos de henequén; en la segunda se aprecian 13 laureles traídos de Europa por su dueño. Un frondoso laurel de la India cercano a la población y la ceiba enorme y bella que se encuentra en la plaza principal, son orgullo mítico de estos huastecos muy dados a la broma sencilla, juguetona, amigable. La ceiba, trasplantada a su actual emplazamiento en 1822, es el símbolo más amado de Xicoténcatl.

No faltará también quien le muestre las pinturas de Jesús Almanza Ríos dentro del templo del Dulce Nombre de Jesús (fiesta que se celebra el último domingo del mes de enero), o lo acompañe al museo de reciente creación que lleva el nombre del artista, quien durante años atesoró mil 457 piezas arqueológicas.

La pequeña población de Xicoténcatl se da el lujo de contar con cinco...

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