Adolfo Aguilar Zinser / La bancarrota del presidencialismo

AutorAdolfo Aguilar Zinser

La institución presidencial ha dejado de ser funcional y de servirle al Estado. Este es uno de los datos medulares de la actual crisis política de México. En este fenómeno podemos encontrar muchos de los síntomas de ingobernabilidad, confrontación y desorden que padecemos. El problema presidencial de México no está en Vicente Fox, sino en la inoperancia y la obsolescencia de la institución misma. Lo que el actual presidente de la República ha hecho no es más que poner en evidencia la atrofia del poder presidencial y quizás también -por su estilo personal de gobernar- haya contribuido al desgaste de la imagen disuasiva, fuerte y vigorosa que se tenía del Presidente y en esa medida haya dado al traste con el prestigio político de la institución. Sin embargo, la bancarrota del presidencialismo mexicano venía produciéndose desde mucho antes. Fox recibió una nave fatalmente averiada y si algo ha demostrado durante su triste gestión es que la Presidencia no le sirve ya, ni a quien la detenta.

Desde esta perspectiva, el más grave error de quienes con la Alianza por el Cambio buscamos en el 2000 la transición a la democracia, no es el haber postulado candidato y elegido presidente a Vicente Fox -no, él es en todo caso una víctima de las circunstancias-, sino el haber creído, por culto al presidencialismo, que la Presidencia sería, en buenas manos, el instrumento estratégico, la herramienta insustituible, necesaria y suficiente para transformar a México en una democracia, para quebrar desde ahí los viejos bastiones del poder, para extirpar con su instrumental quirúrgico el cáncer de la corrupción, para borrar al corporativismo, dar fin a la impunidad y restaurar a la República. La ilusión de las elecciones presidenciales centenarias, la hazaña apenas imaginable de poder sacar al PRI de Los Pinos, de arrebatarle por las buenas el monopolio del poder presidencial, llevó a muchos a creer que ahí había que ir y que con llegar bastaba. Nos equivocamos, no de persona, sino de institución. Desde la Presidencia, el cambio político no es posible. Por más competente que hubiera sido Fox, por más habilidades políticas que hubiera tenido, por más oficio y firmeza que hubiera mostrado, no era desde la Presidencia desde donde vendría para México la verdadera reforma democrática. En todo caso, a Vicente Fox debemos dar las gracias por habernos mostrado, de una vez y para siempre, lo inútil que es la Presidencia.

Siguiendo la vieja tradición presidencialista, el...

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